Capítulo 63

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Después de aquella confesión Dulce le había hecho el amor como una criatura salvaje, hambrienta, cabalgando sobre él en la penumbra como si estuviera hecha de pasión y de deseo, hasta llevarlos a ambos al éxtasis.

En cuanto a él, no sólo le preocupaba no sentir la satisfacción del triunfo que estaba a punto de lograr, sino también el hecho de que lo que sentía era algo que le era completamente desconocido, una vena posesiva que le estaba haciendo cuestionarse la venganza que llevaba tantos años urdiendo.

«Nunca fue tu intención involucrarla a ella», se recordó, como si aún tuviera una conciencia.

Como si no se hubiera deshecho de ella hacía años. Como si no lo demostrara lo que le estaba haciendo a Dulce.

«No, tú nunca pretendiste hacer lo mismo que hizo Santiago Espinoza».

Entonces pensó en Victoria, la hermosa, impetuosa e inconsciente Victoria.

Hermana suya por parte de padre, aunque ella nunca había reconocido el parentesco entre ambos a menos que sirviera a sus propósitos.

Había sido una especie de guardaespaldas y acompañante para ella cuando le había convenido, cuando no había querido ser vista del brazo de su viejo padre.

Y él, estúpido de él, se había mostrado desesperado por que lo aceptara, por conseguir su aprobación. Había intentado protegerla, hacerla sonreír, demostrarle que merecía ser su hermano aunque su padre lo hubiera tratado siempre con desprecio e indiferencia.

Sin embargo, Victoria nunca había mostrado el más mínimo interés por él.

Le habría dado igual que se hubiera vuelto al barrio pobre de donde había salido en vez de esforzarse por obtener el respeto de su padre, el padre que se había desentendido de él.

De hecho, lo único que Victoria había mostrado había sido resentimiento hacia él porque con su llegada había dejado de ser el foco de la atención de su padre.

Y es que, aunque para Víctor Uckermann él sólo hubiera sido el hijo bastardo, Victoria había envidiado cada palabra o mirada que su padre le había dirigido.

Luego se había enamorado perdidamente de Santiago Espinoza, y aquello había sellado el destino de todos ellos.

Chris apoyó las manos en la barandilla frente a él e inspiró.

El pasado no se podía deshacer. Santiago había dejado tirada a Victoria en el instante en el que su padre, Fernando Espinoza había conseguido arrebatarles aquel contrato.

La situación financiera de la familia se había tambaleado, Victoria se había quitado la vida, y cuando se había descubierto que estaba embarazada, su padre lo había culpado a él, aunque Chris nunca había sabido por qué.

Un año después su padre había muerto también, dejándolo solo para recoger los pedazos del maltrecho imperio naviero de los Uckermann.

El pasado no se podía deshacer, se repitió.

Había jurado venganza sobre la tumba de su padre, y era un hombre que cumplía sus promesas. Siempre.

Por eso le preocupaba el hecho de que ya no sentía la fría determinación que lo había llevado hasta allí.

¿Podría ser, apuntó una vocecilla insistente en su cerebro, porque el hacerle a Dulce lo que tenía planeado hacerle lo pondría al nivel de Santiago Espinoza? O peor aún, porque Espinoza no le había prometido nada a Victoria, mientras que él le había propuesto matrimonio a Dulce y tenía la intención de dejarla plantada en el altar.   

Por Amor & VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora