Capítulo 33

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Le pareció como si su voz sonara muy alta al romper el silencio dentro del coche.

¿Cómo podía haberse quedado dormida en presencia de aquel hombre?

Sin duda la culpa era de la mala noche que había pasado.

Se llevó las manos al cabello involuntariamente, como si el alisárselo pudiera aminorar de algún modo la vergüenza que le daba haber bajado la guardia de esa manera.

Christopher: No sé; ya hace un rato que dejé de contar tus ronquidos –le respondió–, aunque debo decir que eran muy musicales.

Dulce le lanzó una mirada y vio que su acostumbrada media sonrisa había aflorado a sus labios.

No estaba segura de qué podía significar, ni de por qué le pareció una sonrisa más amable y menos sarcástica que otras veces.

Sabía muy bien que no podía ser, que en aquel hombre la amabilidad era algo momentáneo; como un efecto óptico.

Dulce: Yo no ronco –protestó–. ¡Qué grosero!

Christopher: Si tú lo dices... –contestó. Giró la cabeza y se quedó mirándola un instante antes de volver la vista al frente–. A mí me parece que es más grosero quedarse dormido en presencia de otra persona. Me hiere que me encuentres aburrido hasta llegar a ese extremo, María.

La intuición, y un impulso suicida de pincharlo, la hizo sonreír como a un niño con zapatos nuevos.

Dulce: Pobre Christopher –dijo con sorna–. Ésta debe de haber sido una nueva experiencia para ti. Estoy segura de que todas las mujeres con las que habías estado hasta ahora se esforzaban por hacerte creer que eras tan cautivador, tan interesante, que apenas se atrevían a respirar sin tu permiso. Y mucho menos a dormirse, por supuesto –fingió un largo bostezo, estirando los brazos y las piernas, como si a ella no la cautivara en absoluto.

Momentos después Chris detenía el vehículo, aunque Dul apenas fue consciente de ello.

A pesar de su fingida indiferencia y su socarronería, la verdad era que ni por un instante habría podido ignorar la presencia de Christopher a su lado, que parecía inundarlo todo, empequeñecerlo todo con esa aura de poder y esa tensión entre ellos que no sabía definir.

Su cuerpo, sin embargo, sabía exactamente lo que era esa tensión, y vibró todo él en respuesta, haciendo que sus pezones se endurecieran bajo el sencillo vestido verde de tubo que llevaba.

Christopher: Una vez más, Dulce –le dijo, su voz aterciopelada pero con un matiz amenazante, mientras se desabrochaba el cinturón de seguridad–, me sorprende lo poco que pareces saber respecto a cómo se comporta una amante –se giró hacia ella–. ¿Crees que alguna de mis anteriores amantes me pinchaba y se burlaba de mí?

Por Amor & VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora