Luego se quedó callado durante un buen rato, observando el mar.
Había algo en su expresión distante que hizo que a Dulce le doliera el corazón, que sintiera lástima una vez más por lo difícil que debía de haber sido su infancia, pero no dijo nada.
Temía que él intuyera que sentía algo más que compasión hacia él.
¿De verdad era amor lo que sentía, o estaba engañándose? ¿Podría funcionar un matrimonio basado en un amor unilateral, y en la química increíble que había entre ellos?
Christopher: Nos casaremos dentro de dos semanas –dijo finalmente con una expresión casi severa–. Aquí, en la isla, si te parece bien.
Dulce: ¿Me estás pidiendo opinión? –inquirió ella burlona, como si las cosas entre ellos volvieran a ser lo que eran antes, como si de pronto él no estuviera tan distante–. Eso sí que es una novedad.
Christopher: Si tienes alguna otra preferencia, no tienes más que decirlo –respondió enarcando ligeramente las cejas–. Ya he mandado una nota de prensa a los periódicos locales. El anuncio aparecerá en la edición de mañana. Todos los demás trámites pueden agilizarse.
Dulce: Dos semanas... –repitió.
Ojalá pudiera ver debajo de la expresión distante que Chris llevaba esa noche, como una máscara.
Su intuición le decía que había algo que no iba bien, pero desechó aquel presentimiento. Son sólo nervios, se dijo. Y era lógico que estuviera nerviosa ante la idea de casarse con un hombre como él, que podría pasar por encima de ella como una apisonadora si detectara la más mínima debilidad en ella.
Como estaba haciendo en ese mismo momento.
Christopher: Dos semanas –asintió, como si estuviera confirmando un trato que acabase de cerrar. Se echó hacia atrás en su asiento y tomó su teléfono móvil, del que nunca se separaba–. Quizá podrías llevarte el helicóptero a Atenas y encontrar un vestido adecuado para la boda.
Dulce: Tal vez lo haga –murmuró ella.
Dul no se dio cuenta, hasta mucho más tarde, de que Chris no le había dicho por qué tenía tanta prisa por casarse.
Se había ido por las ramas y había logrado convencerla.
Después de aquella conversación los días pasaron tan de prisa que Dulce casi se sintió mareada. Christopher seguía distante, pero se dijo que tal vez fuera simplemente su manera de exteriorizar los nervios.
Andaba todo el tiempo muy ocupado, o hablando por el móvil, y cuando por fin encontraba algún momento para hablar con ella era para preguntarle por los preparativos de la boda, que había dejado en sus manos.
Dul había comprado un vestido de novia sencillo en una boutique de Atenas, había encargado el ramo en una floristería de Argostili, la ciudad más importante de la isla, y se había ocupado de buscar un servicio de catering para el banquete y todo lo demás.
También se había puesto en contacto con su familia. Su madre, como era previsible, se había puesto loca de contento, y hasta se había emocionado como evidenciaba el hecho de que su entusiasmo no había logrado disimular el temblor en su voz.
Blanca: Igual que tu padre y yo –le había dicho con un suspiro de felicidad–. Nos miramos el uno al otro y... en fin, fue un flechazo.
Dul era incapaz de asociar el recuerdo que tenía de su padre a esas historias que su madre le contaba, pero nunca se lo había discutido.
Dulce: Tienes que venir a la boda –le había dicho–. No podemos celebrarla sin ti.
Su madre había dicho que sí de inmediato.
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Por Amor & Venganza
RandomEl famoso Christopher Uckermann andaba en busca de una nueva amante cuando, de repente, la heredera Dulce Espinoza se ofreció voluntaria. ¿Podían ser tan fáciles de conseguir placer y venganza? Dulce sabía que no debía jugar con fuego, y menos con...