Capítulo 18

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Al subir a bordo del yate a la mañana siguiente, Dulce encontró a Christopher en la cubierta, sentado al sol frente a una mesa con periódicos en tres idiomas, y una taza de café, pero no alzó la vista cuando se acercó a él. 

Se detuvo a unos pasos de él, y trató de controlar su agitada respiración. 

Se irguió, poniendo la espalda bien recta y la cabeza bien alta. Se detestó a sí misma y a él cuando vio que pasaba un rato y seguía ignorándola, como si fuera un rey y ella una campesina esperando audiencia. Pero no pensaba rebajarse, si eso era lo que esperaba que hiciera. Continuaría interpretando el papel de mujer dura y sofisticada, a la que sólo le interesaba su dinero. Y pensaría en su pobre madre enferma y agobiada por las deudas, porque era por ella por quien estaba haciendo aquello. 

«Vendiéndote como una puta al mejor postor, ¿eh?», se había mofado Santiago el día anterior cuando se había reunido con él después de la fiesta. No iba a pensar en Santiago, se dijo Dulce. No iba a dejar que sus palabras la afectaran.Contuvo el impulso de tocarse el moño y de alisarse las perneras del pantalón con las manos. No iba a mostrarse nerviosa delante de aquel hombre. 

Sin embargo, Uckermann seguía ignorándola, y ella no podía hacer otra cosa más que seguir allí de pie, esperando. 

Sabía por qué estaba haciéndole aquello,sabía que aquélla era una demostración deliberada de su poder, una muestra de que no se dignaría a prestarle atención más que cuando le diera la gana. Su papel como amante era aguantarse y esperar pacientemente. 

Christopher: ¿Cuánto tiempo piensas estar ahí de pie? –le preguntó de un modo casual, sin levantar la vista del periódico que estaba leyendo–. ¿Y por qué tienes puesta esa cara, como si fueras camino a tu entierro? Supongo que no creerás que es así como se comporta una amante, ¿me equivoco, Dulce? 

Qué hombre tan odioso... 

Dulce: Estaba haciendo un cálculo mental de a cuánto ascenderá aproximadamente tu renta anual –le contestó en un tono altivo. Cuando Chris alzó finalmente la vista, ella enarcó las cejas, muy metida en su papel, pero tuvo que hacer un esfuerzo para no rehuir su intensa mirada–. Imagino que ése debe de ser el pasatiempo favorito de muchas amantes. 

Los labios de Uckermann se contrajeron con un espasmo casi imperceptible,como si no supiera si reírse o cortarla en pedazos. 

Christopher: Me parece que estás pasando por alto el propósito principal por el que los hombres ricos tienen amantes –le dijo con voz acariciadora, antes de dejar el periódico sobre la mesa y recostarse en su asiento. 

Dulce: En ese caso... instrúyeme, por favor –le respondió, obligándose a esbozar una sonrisa. Si iba a seguir adelante con aquello, el mostrarse hosca con él no la ayudaría en nada.   

Por Amor & VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora