Capítulo 77

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Christopher le apretó la mano y esbozó esa media sonrisa que ella adoraba.

Christopher: Luego no podrás cambiar de opinión, Dulce –le advirtió mirándola de un modo posesivo, implacable–. Si te casas conmigo, ya no habrá vuelta atrás. Serás mía para siempre, hasta la muerte e incluso después de ésta.

Ella entrelazó su brazo con el de él y le dijo sin vacilar:

Dulce: No quiero mirar atrás, sino adelante. Esto es sólo el principio. Quiero ser tuya para siempre, por el resto de mis días, en la eternidad. Te amo, cariño.

Luego se inclinó hacia él y lo besó en los labios.

••••••••••

Cuando Dulce se despertó, Chris lo supo de inmediato. Era como si tuvieran una conexión psíquica.

Se apartó de la barandilla, bañada por la luz de la luna llena que brillaba sobre el mar, y a través de las puertas abiertas del balcón miró a Dul, que se había incorporado en la cama y estaba frotándose los ojos.

Se habían casado en una ceremonia privada en los jardines de la villa, el mismo lugar donde iban a haberse casado semanas atrás, porque les había parecido que eso ayudaría a hacer que cicatrizaran las heridas. Y ahora era su esposa; suya, para siempre.

Chris aún no podía creérselo.

Dulce: ¿Qué estás haciendo? –le preguntó con voz soñolienta.

Chris entró en la habitación y se sentó en la cama junto a ella. Quería tomarla otra vez en sus brazos, perderse en su cuerpo como había hecho tantas otras veces, como había hecho esa misma noche, pero en su mente zumbaban un sinfín de preguntas, y necesitaba respuestas.

Christopher: No lo entiendo –dijo en un tono quedo.

Dul se incorporó del todo, quedándose sentada junto a él.

El cabello le cayó sobre los hombros desnudos, enfatizando el delicado arco de su clavícula, su piel dorada. Era perfecta. Y era suya, para siempre. Porque lo había elegido, a pesar de todo.

Dulce: ¿Qué hay que entender? –le preguntó divertida–. Es media noche; supongo que sea lo que sea puede esperar hasta mañana por la mañana.

Christopher: ¿Por qué querrías hacer algo así? –inquirió. Una parte de él temía la respuesta, pero necesitaba saberlo–. Después de todo lo que te he hecho... ¿porqué no saliste corriendo cuando fui a buscarte?, ¿por qué no te alejaste de mí lo más rápido posible?

Dul alargó una mano para acariciarle el hombro, y dejó que sus dedos se deslizaran por su brazo antes de dejar caer la mano.

Dulce: Ya sabes por qué.

Christopher: ¿Amor? –murmuró con aspereza, casi enfadado–. ¿Es eso lo que quieres decir? El amor no existe, Dul. Es una manera que tenemos de engañarnos los seres humanos. Una manera de escondernos, de excusarnos.

Dulce: Eso no es verdad. Lo que tenemos aquí, ahora, es real –replicó inclinándose hacia él para besarlo en el hombro–. No depende de nada; no tienes que demostrar nada; es un hecho.

Aquel argumento lo desarmó, y su corazón palpitó con fuerza. Se sentía mareado aunque no había probado ni una gota de alcohol durante horas. No se atrevía a mirarla a los ojos.
Tenía miedo de lo que pudiera ver en ellos. O tal vez...tal vez lo que le daba miedo era lo que ella pudiera ver en los suyos.

Christopher: Mañana nos iremos de luna de miel –le dijo–. A las Maldivas, a Fiji...donde tú quieras.

Dulce: Ya estamos en una isla, cariño –le recordó–. ¿Tenemos que irnos tan lejos para ir a otra?

Christopher: Es lo que hace la gente. O eso me han dicho.

Dulce: ¿Y por qué tenemos que hacer lo que hace la gente? –le preguntó–.¿Por qué no hacemos lo que nosotros queramos?  

Por Amor & VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora