Aquello no era asunto suyo. Dentro de una semana podría disponer de su fondo fiduciario para ayudar a su madre y estaría de regreso en Vancouver.
Por eso, aunque sentía curiosidad y habría querido preguntarle a qué había venido eso de su educación, respondió:
Dulce: Lo que estoy intentando decir es que debemos concentrarnos en otras cosas aparte del sexo. El sexo no tiene ningún misterio, pero la seducción es un arte, ¿no crees? Y si quiero ser una buena amante tendré que conquistarte tanto en el terreno de lo puramente físico como en el del intelecto. Toda buena seducción comienza por el cerebro; el uso del cuerpo es algo secundario. Algo así como el postre, podríamos decir.
Christopher: Mi cerebro no es la parte de mi cuerpo que te invitó a acompañarme en este viaje, María –le dijo, sacudiendo la cabeza.
Dulce: Pues debería haber sido así –le contestó. Lo miró a los ojos, y se decidió a lanzar un órdago–. Porque no podemos acostarnos, Christopher. No tan pronto. No mientras estemos a bordo de este barco.
Chris se echó a reír. Fue una risa franca y cautivadora que tomó desprevenida a Dulce, hasta el punto de que estuvo a punto de contagiarse de ella.
Christopher: ¿Por qué será que no me sorprende esta salida tuya? –se preguntó en voz alta. Luego, con una sonrisa que mostraba sus blancos dientes, la miró a los ojos–. Explícame por qué debería acceder a algo así.
Dulce: Acabo de hacerlo.
Christopher: Tienes razón –admitió. Luego se quedó callado un momento, sacudió la cabeza, y se encogió de hombros–. En fin, si es lo que quieres... supongo que tampoco importa tanto.
Dul pestañeó con incredulidad. Le parecía imposible que hubiera podido convencerlo tan fácilmente.
Dulce: ¿Qué quieres decir? –inquirió.
Christopher: Que puedes poner los límites que quieras –respondió, encogiéndose de hombros otra vez–. Cuando creas que hemos llegado a ellos y que no debemos traspasarlos, no tienes más que decirlo.
Dulce: Eso no es lo mismo que estar de acuerdo con lo que he propuesto.
Christopher: No – asintió con esa media sonrisa burlona tan acostumbrada en él–, no lo es.
Dulce: Pues creo que sería bueno que llegáramos a algún tipo de...
Christopher: No habrá ningún acuerdo –la interrumpió, poniéndose de pie. Fue hasta ella, y alargó la mano para tomar un mechón de su cabello rojizo y darle un pequeño tirón. Fue un gesto extraño, porque en parte resultaba afectuoso, pero por otra también era claramente posesivo–. No voy a prometerte una cosa así. Sólo te prometo que, si tú no lo quieres, bastará con que lo digas. ¿No es suficiente con eso?
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Por Amor & Venganza
RandomEl famoso Christopher Uckermann andaba en busca de una nueva amante cuando, de repente, la heredera Dulce Espinoza se ofreció voluntaria. ¿Podían ser tan fáciles de conseguir placer y venganza? Dulce sabía que no debía jugar con fuego, y menos con...