Capítulo 27

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En un principio tampoco se había planteado por qué se había dejado el cabello suelto, ni por qué se había aplicado unas gotas de perfume detrás de las orejas y en el hueco entre sus senos, ni por qué se había maquillado con tanto esmero.

Había tenido la sensación de que era otra persona la que había hecho todas aquellas cosas.

Pero eso había sido sólo hasta que había salido a cubierta para reunirse con Christopher.

Cuando se volvió hacia ella al oírla llegar y vio el fuego en sus ojos, supo que lo había hecho para complacerlo.

¿Acaso se había vuelto loca?

No quería seducirlo; se suponía que estaba haciendo aquello por su madre, se dijo apretándose el chal.

Christopher: ¿Eso es todo lo que tienes que decir? –la increpó con cierta aspereza.

Dul alzó la vista hacia él. La mirada de Chris imponía tanto bajo el cielo nocturno como durante la luz del día.

Dulce: ¿Acaso es necesario que defienda a mi familia? –inquirió, encogiéndose de hombros con fingida indiferencia–. En todas las familias hay discusiones, ¿no?, escenas desagradables y comportamientos de unos o de otros de los que luego se arrepienten.

Christopher: No soy un experto en el tema, pero creo que no es normal que en las disputas familiares se recurra a la violencia. O no debería serlo.

Dulce: Me salen moretones con mucha facilidad –murmuró, en el mismo tono de fingida indiferencia para restarle importancia.

En cualquier caso prefería que Santiago descargara su ira sobre ella y no sobre su madre. No quería recordar la discusión de la noche anterior, cómo se habían clavado en su brazo los dedos de Santiago, ni los insultos que le había lanzado su hermano con el rostro crispado por la ira.

Y tampoco quería hablar de aquello, y menos con Uckermann. Sintió que las lágrimas volvían a quemarle los ojos, pero hizo de nuevo un esfuerzo por no derramarlas.

«Ahora no», se ordenó desesperada, parpadeando para contenerlas. «No delante de él».

Ucker se detuvo, y cuando Dul hizo lo mismo se volvió hacia ella.

Christopher: ¿Qué clase de hombre es tu hermano para llegar tan bajo como para ponerte las manos encima? –le preguntó en un tono acusador.

Sus ojos relampagueaban.

Dul ya no podía seguir conteniendo sus emociones.
La mezcla de rabia y vergüenza que borboteaba dentro de ella se desbordó, y dirigió su ira al hombre que estaba en aquella pequeña plazuela del pueblo frente a ella, tan condenadamente guapo y a la vez tan exasperante.

¡Le estaba saliendo todo al revés!

Se sentía atraída por él cuando lo último que quería era que aquella atracción le hiciera olvidar por qué estaba haciendo aquello.

Detestaba el hecho de que Chris hubiera deducido, sin que ella le hubiera dicho nada, que había sido Santiago.

Por Amor & VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora