Los murmullos de los invitados, que ya no eran tan disimulados, le llegaban a través de la ventana entre abierta.
Pasaron quince minutos; pasaron treinta. Luego esos treinta minutos se convirtieron en cuarenta y cinco, después en una hora, y Christopher seguía sin aparecer.
Dulce: Él no me haría esto –murmuró aturdida.
Ya lo había dicho varias veces. Se lo había dicho a su madre, que estaba sentada con el rostro contraído de ansiedad, y también a su hermano, que cada vez estaba más furioso.
Tenía náuseas y estaba mareada, pero no iba a ceder a las lágrimas. Tenía miedo de no poder parar si lo hacía.
Santiago: ¿Que no? –le espetó, girándose hacia ella–. ¡Ha estado esperando este momento los últimos diez años!
Dulce: No sé de qué estás hablando –le dijo, decidida a defender a Christopher, a pesar de la nota de desesperación que había en su voz.
¿Cómo podía estar pasando aquello? Ucker no podía estar haciéndole aquello. «Por favor...», suplicó para sus adentros, pero no podía apartar de su mente la extraña mirada que había visto en sus ojos la noche anterior, el trasfondo amargo de sus palabras.
Santiago: Tuvo que ser precisamente Christopher Uckermann... –masculló sarcástico.
Su rostro se había enrojecido de andar de un lado a otro de la habitación, y sus fríos ojos se clavaban en ella como puñales.
En otras circunstancias Dulce habría prestado atención a esos signos de advertencia, y habría tratado de alejarse de él, pero no parecía poder moverse de la silla en la que se había dejado caer cuando el reloj había indicado que ya hacía una hora que debería haber empezado la ceremonia.Lo único que pudo hacer fue quedarse mirando a Santiago, repitiéndose que no podía derrumbarse. No delante de él. Nunca había llorado delante de su hermano; ni siquiera cuando la había golpeado o zarandeado.
Dulce: No sé a qué te refieres –le dijo con una calma admirable que no sentía.
Santiago: ¡Tuviste que escoger al único hombre que podía hacer que nuestra situación empeorara aún más! ¡Ahora nos convertiremos en el hazmerreír de Europa! –masculló–. Sabía que pasaría esto... ¡Te dije que pasaría esto! Eres una estúpida irresponsable y egoísta. Eres una...
Dulce: Eso tiene gracia viniendo de ti –se oyó decir, con un arrojo que nunca antes había exhibido ante él. Era como si ya no le importara nada, como si no le importaran las consecuencias–. No soy yo quien ha llevado a la familia al borde de la bancarrota.
Su madre gimió espantada, y Santiago soltó una risotada desagradable.
Santiago: Espero que hayas disfrutado siendo su ramera particular, Dulce, que mereciera la pena por la humillación que vamos a sufrir delante del mundo entero. ¡Nuestro padre debe de estar revolviéndose en su tumba!
Dulce no estaba escuchándolo. Tenía los puños apretados sobre el regazo mientras su mente se afanaba desesperadamente por comprender qué estaba ocurriendo. Christopher no podía estar haciéndole aquello.
Dulce: Ha debido de pasarle algo –dijo, aunque ni siquiera ella podía creérselo a esas alturas.
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Por Amor & Venganza
RandomEl famoso Christopher Uckermann andaba en busca de una nueva amante cuando, de repente, la heredera Dulce Espinoza se ofreció voluntaria. ¿Podían ser tan fáciles de conseguir placer y venganza? Dulce sabía que no debía jugar con fuego, y menos con...