Capítulo 16

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Aquello era un error, pensó Dulce desesperada, en medio de aquel frenesí, pero su cuerpo, que estaba más centrado en lo que estaban haciendo los dedos de Chris que en los pensamientos erráticos que cruzaban por su mente, estalló de placer.

Durante un buen rato permaneció temblando por aquel orgasmo, del que le costó recobrarse.

Cuando al fin lo hizo, vio que Uckermann estaba observándola con esos ojos de depredador. No sabía qué podía hacer, cuando aún tenía su mano entre las piernas y los labios húmedos por sus besos.

Se estremeció, sin saber muy bien si era por la excitación que le provocó ese pensamiento, o un último coletazo retardado del orgasmo que la había sacudido con tanta fuerza.

Christopher enarcó una ceja.

Dios del cielo... Aún no estaba satisfecho, pensó Dul espantada. Quería más.

¿Cómo podía haber dejado que ocurriera aquello?

No sólo no había hecho nada para impedírselo, sino que incluso lo había alentado a que no parara. No comprendía cómo podía haber perdido el control sobre la situación tan deprisa, hasta ese punto.

¿Y por qué se sentía como si, a pesar de estar culpándose y reprochándose, hubiera una parte de ella que ansiaba olvidarse de todo y dejarse llevar, dejar que hiciera con ella lo que quisiera?

Dulce: ¿Qué estamos hacien–...? –balbució confundida, antes de poder contener su lengua.

¿Cómo habría podido hacerlo cuando ni siquiera podía controlar las emociones contradictorias que se agitaban en su interior?

Los ojos de Chris la miraban burlones.

Dul, que tenía las manos apoyadas en su pecho, apretó los puños.

¿Para qué?, se preguntó contrariada. ¿Qué iba a hacer, golpearle para que se apartara? ¿Después del entusiasmo con el que se había entregado a él? ¿Qué diablos le pasaba?

Quería echarse a llorar. Todo aquello era demasiado para ella. Se sentía como una extraña en su propio cuerpo, que vibraba con sensaciones que no podía identificar.

Christopher dejó que su pierna se deslizara hasta el suelo, y Dulce se dio cuenta entonces de que aún tenía el vestido subido.

Se apresuró a bajárselo, azorada y humillada, con manos temblorosas.

Christopher: Tal vez te malinterpreté –dijo con voz aterciopelada, aunque su mirada se había vuelto de nuevo punzante, como la de un ave de presa. No se apartó de ella, y con la mano libre le remetió un mechón por detrás de la oreja, haciendo que se le cortara el aliento–. Creí haber entendido que querías ser mi amante. ¿No fue eso lo que me dijiste? ¿En qué creías que consistía el papel de amante?

Dulce: Sé en lo que consiste.

Christopher: Pues a mí me parece que no –contestó con una sonrisa sardónica–. O puede que tu experiencia en estas cuestiones difiera de la mía. A mí me gusta que mis amantes sean...

Dulce: No se trata de eso –lo interrumpió con aspereza–. Es sólo que me he quedado atónita por la rapidez con la que quieres consumar la relación.

Por Amor & VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora