Christopher estaba sentado en su bar favorito en Atenas, bebiendo el whisky más caro que tenían, e intentando convencerse de que aquello era una celebración.
De hecho, llevaba dos semanas de «celebración», noche tras noche.
Tenía tanto que celebrar... Debería sentirse victorioso. Todos los periódicos llevaban fotografías de su boda fallida, para humillación de los Espinoza. Además,sabía por fuentes más que fiables, que Santiago había sido abandonado por sus inversores, y que sus finanzas se hallaban en caída libre.
Antes de que acabara el año tendría que declararse en quiebra. Al principio se había dicho que aquella sensación extraña que tenía no era más que el cansancio que seguía a una campaña de acoso y derribo tan intensa. Cuando se conseguía un objetivo, después uno sentía la falta de un objetivo. Era algo natural; incluso lógico.
Sin embargo, después haber hecho realidad la venganza que tanto tiempo había estado persiguiendo, no sentía satisfacción alguna, sino más bien indiferencia. Había ido a visitar la tumba de su padre, había depositado flores sobre la que ocupaban su hermana Victoria y el hijo que no había nacido, y no había sentido absolutamente nada.
Qué absurdo había sido todo aquello, había pensado entonces, mientras miraba la lápida de aquel hombre que nunca lo había querido, y de la joven que lo había detestado.
Empujó su vaso hacia el barman para que se lo llenara de nuevo. Aquel vacío era lo primero que había sentido, y después algo mucho más inesperado: dolor.
Nunca habría imaginado que él, Christopher Uckermann, fuera capaz de sentir dolor.Ésa era la única palabra capaz de describir la agonía en su pecho, el peso de todo lo que había perdido. Por las noches no podía dormir, y durante el día estaba irritable. Y lo único en lo que podía pensar era en Dulce.
Se encontraba imaginando cómo habría recibido la noticia, y cuánto habría tardado en aceptar la verdad. Se preguntaba cómo se habría sentido, y se torturaba imaginándola llorosa, o aún peor, reaccionando con valentía.
Y en un ejercicio enfermizo, se imaginaba finales distintos.¿Qué habría pasado si no la hubiera dejado y se hubiera ido? ¿Qué habría pasado si se hubiera casado con ella a pesar de todo, si cada noche pudiera dormir a su lado, inhalando el dulce perfume de su piel y de su cabello?¿Qué habría pasado si le hubiera creído cuando le había dicho que lo amaba?
Christopher gruñó, maldiciéndose en todos los idiomas que conocía. Ahora que había consumado su venganza no podía comprender cómo había podido dejar que lo obsesionara durante todos esos años.
¿Qué había conseguido? Nada.
¿Cómo podía haberse obsesionado con una lealtad absurda a dos personas que le habían negado su cariño? Dulce, en cambio, le había dicho que lo amaba, y él la había abandonado ante el altar. Se había convertido en la clase de escoria de la que siempre había intentado distanciarse.
Él, que había jurado que nunca sería como Santiago Espinoza, se había convertido en algo peor. Al menos Santiago había roto la relación con su hermana en persona; no había dejado que su ausencia hablara por él.
¿Qué clase de hombre era, y cómo podía haber hecho lo que había hecho?
–Sea quien sea ella, no merece la pena, amigo –le dijo el barman,sacándolo de sus pensamientos.
Chris alzó la vista, sorprendido de que el hombre, que en esas dos semanas se había limitado a servirle en silencio, entablara conversación con él.
Christopher: ¿Por qué dices eso si no la conoces? –inquirió.
El hombre se encogió de hombros.
–Las mujeres son como son. No puedes vivir con ellas, pero tampoco sin ellas, ¿no?
Se alejó hacia el otro extremo de la barra para atender a otro cliente, dejando a Christopher aturdido.
ESTÁS LEYENDO
Por Amor & Venganza
RandomEl famoso Christopher Uckermann andaba en busca de una nueva amante cuando, de repente, la heredera Dulce Espinoza se ofreció voluntaria. ¿Podían ser tan fáciles de conseguir placer y venganza? Dulce sabía que no debía jugar con fuego, y menos con...