Capítulo 1

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¿Dónde estoy?

    Me pregunté mientras las palabras hacían eco en mi cabeza sin obtener una respuesta clara.

    Rememore todos mis pasos hasta llegar a aquel lugar, un lugar que me hacía sentir perdida y desorientada.

    Mi madre y yo estábamos en proceso de mudanza, un proceso tan largo, trabajoso y ocupado que aquella había sido la primera tarde en semanas en la que había podido salir desde nuestra nueva casa para quedar con mis amigas en el centro de la concurrida ciudad de Barcelona. Había sido extraño pasar tantos días sin ver la cara de aquellas chicas a las que me enorgullecía considerar mis mejores amigas. Habíamos quedado en el centro de la ciudad y rápidamente las luces navideñas habían recibido nuestras risas y sonrisas. La tarde había pasado mientras dábamos vueltas y más vueltas entre las tiendas que iluminaban con sus escaparates la calle Pelayo y horas después habíamos discutido sobre si entrar en el cine y pasar nuestro tiempo en una de sus salas o no.

    El problema había llegado cuando finalmente tocó el momento de volver a casa. Mis amigas habían decidido entrar al cine, pero yo, después de haber pasado toda la tarde fuera de casa, consideré que ya había llegado la hora de volver y seguir ayudando a mi madre. Después de despedirme de ellas había llegado la gran incógnita. Una vez estuve lejos de ellas y nadie podía aclarar mis crecientes dudas intenté recordar el nombre de la calle en la que vivía desde hacía tan solo unas pocas semanas. 

    Un gran nombre había aparecido entre la confusión iluminando con potentes luces de neón el interior de mi cabeza: "Calle Dependencia".

    Cuando lo tuve claro esperé unos cinco minutos más o menos hasta que el autobús llegó y se paró frente a mí abriendo sus puertas bajo un chirriante sonido que me invitaba a entrar en su interior. Sin titubeos me subí en el transporte público tricolor formado por rojo, negro y blanco que circulaba por la ciudad y que se dirigía en la dirección que yo buscaba. Después del traqueteo incesante del autobús y de ver los edificios pasar a un lado y al otro a través de las ventanas mi recorrido llegó a su fin. Bajé del automóvil después de veinte minutos en él y el frío rápidamente me golpeó el cuerpo, contrastando con la temperatura caliente que me había acompañado y arrullado durante los minutos de trayecto, a la misma vez en que en mi cabeza se formaba la gran incógnita.

    ¿Dónde estoy?

    Mierda

    ¿Dónde estoy?

    El temblor de mi móvil en el bolsillo del tejano negro que llevaba puesto me anunció la entrada de una nueva llamada y me sacó del bucle en el que se habían convertido mis pensamientos. Agradecí mentalmente que en la pantalla apareciera el nombre de "Elisa". Elisa era una muy buena amiga de mi madre desde hacía diez años, cuando se habían conocido trabajando en el mismo hospital como enfermeras. Ella se había ofrecido a ayudar con la pesada mudanza, detalle que había sido de gran ayuda, ya que si no todo el trabajo habría quedado en manos de nosotras dos solas. Rápidamente e ignorando el leve temblor gélido en mis manos respondí a la llamada antes de que Elisa colgara.

    -¿Ya vienes?- me preguntó con voz tosca desde el otro lado de la línea.

    -Sí. Bueno... En ello estoy.- le contesté mientras mordisqueaba mi labio inferior con nerviosismo mirando a mi alrededor- Una pregunta rápida, nuestra nueva casa está en la calle Dependencia, ¿verdad?

    -Madre mía- se quejó mientras dejaba salir una leve risa cansada- De verdad, que te lo habremos dicho tu madre y yo unas mil veces ya... Vivís en la calle Independencia y por la calle Dependencia no te acerques demasiado que no es un buen barrio,- hubo un breve y tenso silencio al otro lado de la línea mientras yo observaba los edificios que me rodeaban antes de que la voz de Elisa volviera a hablar, aunque en su tono esta vez había un toque sutil que goteaba advertencia y peligro- y menos a estas horas.

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