Capítulo 43

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-Gracias- agradecí manteniendo mi cabeza inclinada y apoyada en la ventana de mi lado del coche. Las luces de las farolas brillaban como luciérnagas sobre la oscuridad de la noche. No sabía si era mi propia percepción o el coche iba especialmente lento en su travesía por la autopista hasta llegar a Barcelona.

    -¿Por qué?

    -Por llevarme a casa- aclaré girándome y captando en mi campo de visión el perfil anguloso de Víctor recortado por las luces sobrias del exterior.

    -No sabía que dudabas de ello. Sea como sean las cosas entre nosotros voy a seguir cuidándote ante todo, Alia- aseguró logrando que mi corazón se acelerara nervioso a la misma vez en que un calor abrumador inundaba las entrañas de mi estómago. Intenté ignorar esa sensación aun cuando notaba como me quemaba el interior del pecho.

    -Te vi en el almacén cuando intentaste venir a ayudarme con Javier; supongo que también estoy agradecida por eso- hablé después de unos minutos en los que el silencio había ocupado el espacio de nuestras palabras calladas y retenidas en nuestro interior.

    -Tampoco es algo que debas agradecer realmente. Eduardo nos había ordenado que no hiciéramos nada, pero tú no lo sabías y de repente te encontraste rodeada de balas y sangre.- recordó Víctor mientras yo de manera inquieta volvía a imaginar mis manos llenas de los restos secos color burdeos derramados por Javier; mas no vi ningún rastro de sangre, el único recuerdo que quedaba de la muerte de Javier estaba grabado a fuego en mis retinas- Te veías tan asustada y confundida que no podía simplemente dejarte ahí tirada a ti también, aunque sabía que no te tocarían ni te harían daño, te veía tan perdida que sentía que se me partía el corazón si me iba.- habló con lástima encontrando brevemente sus ojos con los míos entre el manto de penumbra que se cernía en el interior del coche.

    A pesar de que una parte de mi cuerpo se sentía completamente a gusto y calmado al lado de Víctor, como si ese fuese el único lugar al que realmente llegara a pertenecer; otra parte en mi interior se sentía nerviosa, ansiosa e intranquila, como si la única respuesta coherente ante aquella cercanía con el rizado fuese abrir la puerta del coche y saltar directa contra el duro asfalto de la carretera. Me sentía cómoda y completa a su lado, pero al mismo tiempo, después del alejamiento que yo misma había impuesto entre ambos, no podía simplemente actuar como si nada hubiese pasado.

    Sentía que mi corazón estaba agarrado con un puño invisible que se apretaba de manera angustiosa ante la sola idea de perder a Víctor para siempre. Era desesperante el hecho de que pese a ser consciente de que debía mantenerlo alejado de mí realmente lo necesitase muy cerca.

    -¿Cómo has estado?- preguntó cortando la espesa capa de silencio que se había interpuesto de nuevo entre ambos. Su pregunta era ligera y descuidada, como si no hiciera tan solo veinticuatro horas desde la última vez en que nos habíamos visto y hablado de manera profunda. Noté una gran losa de peso sentimental y emotivo cargarse sobre mis hombros ante sus palabras, como si Víctor ahora fuese una persona lejana y completamente desconocida para mí.

    -Zoe se ha venido a vivir a mi casa.

    -¿Zoe?- vaciló con desconocimiento en su voz- Creo que nunca me has hablado de ella.

    -Puede ser. Siempre la he considerado mi amiga, pero últimamente siento que es ella la que está siempre a mi lado para apoyarme y sujetarme.- declaré con un leve apesadumbramiento oculto tras la capa superficial y despreocupada de mi voz. Me sentía extraña porque cuanto más me acercaba a la pelinegra más lejos sentía la presencia y el cariño de Gabbie. Sabía que la rubia estaba ahí para mí de igual manera en la que yo lo seguía estando para ella, sin embargo cada vez me costaba más reconocer su presencia en mi vida, como si nuestro lazo de amistad cada vez fuese más fino y endeble.

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