Capítulo 41

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Al principio no caí en la cuenta real de lo que estaba pasando a mi alrededor.

    Durante los primeros segundos me parecía que todo sucedía a cámara lenta, que la gente se movía con rapidez mientras yo los veía actuar con tremenda lentitud y paralizada ante sus aletargadas acciones, luego todo me pegó tan fuerte como el empujón que me dio Javier y que me dejó tirada en el suelo completamente anonadada y desorientada. Quedé apoyada en mis brazos observando cómo la realidad acontecía de manera irreal en el almacén.

    Los sonidos bruscos de las pistolas resonaban entre las paredes de acero mientras el sonido de los casquillos repiqueteando contra el suelo me estremecía profundamente desde lo más hondo de mi alma. A pesar del miedo que fluía en mi cuerpo y que me animaba a correr y huir de aquel lugar, mi cerebro estaba congelado sin poder analizar toda la realidad que estaba aconteciendo frente a mis ojos.

    Una lluvia de interminables balas estaba cayendo sin descanso sobre todos nosotros.

    Los miembros de la banda estaba desperdigados huyendo y comprobando entre ellos que los disparos no hubiesen alcanzado a nadie mientras el hombre canoso y sus escoltas partían por el mismo sitio por el que habían llegado portando sus armas y apuntando en todas las direcciones por las cuales caían incesables disparos, mas recorrían de manera firme hacia la salida sin pararse a detener a los atacantes. Porque los disparos provenían de las sombras y parecían ser accionados por la propia penumbra incorpórea.

    El mismo chico rubio que había mirado de forma intensa a Lucas volvió a captar su mirada y le tendió una mano, pero Lucas negó y giró con rapidez y alarma en su mirada antes de clavar sus ojos en los míos, los cuales lo recibieron con angustia y desconcierto entre todo el estridente sonido que llenaba la habitación con acuciante urgencia.

    -Muévete, tenemos que irnos- me apremió Javier mirando en todas direcciones y cogiéndome del antebrazo para levantarme del suelo de un único y brusco movimiento- Hay que salir de aquí cuanto antes.- ordenó tirando de mí y arrastrándome con su fuerza bruta hacia una de las salidas de aquella nave. Después de unos pocos metros Javier bajó abruptamente la velocidad, agarró con una fuerza excesiva mi antebrazo dejando sus dedos grabados con marcas rojizas sobre mi piel pálida y giró su cara para mirarme fijamente. Tenía los ojos completamente abiertos y mientras su mirada se perdía en mis pupilas pude ver el miedo y el desconcierto grabado sobre la capa de lágrimas que se estaba formando en sus iris.

    Y como si mi vida fuese vista a través de una lente de una cámara, el mundo volvió a ralentizarse.

    El cuerpo de Javier cayó como un peso muerto frente a mis pies a la misma vez en que sus brazos se convulsionaban con espasmos nerviosos. Una gran mancha burdeos se estaba formando en su camisa blanca, extendiendo la marea roja por la tela sobre su estómago y drenando a su paso el cuerpo del hombre.

    Solamente tardé unos pocos segundos en reaccionar, pero supe en el mismo momento en el que desgarré una de las mangas de mi camisa para enrollarla y apretar sobre la herida sangrante de Javier que ya era demasiado tarde. Tenía los labios cubiertos por una capa líquida de rojo furioso que se colaba entre las grietas de su seca y blanquecina boca. Su rostro perdía el color en cuestión de segundos, y yo me veía impotente apretando aquella tela, ya teñida también de rojo, intentando de manera inútil frenar con una fina tela un río desbordado de sangre.

    -Escúchame, Javier. No me puedes hacer esto, ¿entiendes?- le hablé queriendo que el hombre mantuviese su consciencia y con ello su vida. Esperaba que alguien de la banda llegase y remediara la situación que yo no podía controlar. Quería que alguien viniera a salvarme y con ello a Javier, sin embargo una vez más estaba completamente sola ante una vida que no era la mía.- Mantente despierto, ¿vale? -pedí con angustia- Alguien de la banda nos verá y vendrá a por nosotros, estoy segura.- le animé mientras seguía apretando en vano aquella herida que asemejaba tener tanta profundidad como un agujero negro que parecía querer absorber y destruir por completo la vida de aquel hombre.

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