Habíamos estado un cuarto de hora en el coche negro opaco de Víctor. El automóvil había cruzado calles, avenidas y callejuelas en una sinfonía que mezclaba el ruido del tráfico con el rugido del viento al chocar contra la carrocería del coche. Había visto los haces de luz de las farolas de las calles desaparecer de mi vista convertidas en simples líneas ante la apresurada carrera con la que Víctor atravesaba la ciudad dormida. Era un martes por la noche, no quedaba ni una simple alma perdida o desorientada por las calles de una Barcelona que había madrugado para vivir la vida de día y que dejaba escapar la vida de la noche como si esta no fuese más que necesaria para los perturbados.
-¿Tienes algún problema con seguir los límites de velocidad?- me burlé viendo como un semáforo cambiaba del color ámbar al rojo justo cuando nosotros cruzábamos por él y embalábamos por la longitud de la calle Aragón.
-No me gusta seguir las reglas y mucho menos los límites- pronunció el rizado antes de poner una de sus grandes manos en la parte superior de mi muslo, extendiendo los dedos y logrando que su dedo meñique quedará tocando la cara interna de estos. No tuve ningún inconveniente con el tacto de la mano de Víctor sobre mi piel cubierta por el pantalón, de hecho cogí su mano y entrelacé mis dedos con los suyos cubriendo con mi palma el dorso de su mano, haciendo que ambas quedarán unidas sobre mis piernas.
-Veo eso desde hace tiempo, ¿no te preocupan las multas?- pregunté con lógica y añadiendo con ironía- O vaya, no sé, tal vez te suene como una locura, pero ¿no te preocupa tener un accidente?
-El accidente es muy poco probable, soy un conductor bastante bueno y concentrado en la carretera- aseguró mientras yo dudaba de tal afirmación al notar como los dedos de Víctor jugaban con la tela de mi pantalón- Además el tema de las multas tampoco es algo tan determinante o grave. Nunca me han puesto una.
-Vale, mira, pase a todos tus autoelogios, pero no me creo lo de las multas. Te he visto conducir, de hecho te estoy viendo conducir ahora mismo y temo en cada esquina por la que pasamos que salga una patrulla de los mossos a perseguirnos. Eres de todo menos un conductor ejemplar sin multas.
-Lo juro por que mis intenciones contigo esta noche son puras que jamás me han puesto una multa, es más me ofende la duda. Crees que soy capaz de robar un casino y no de librarme de unas cuantas multas.- Eso no lo pude rebatir pues tenía razón en ese punto. Si era capaz de ser parte de una banda que había creado lo que en las noticias habían denominado como "el mayor robo de los últimos cincuenta años", era un poco estúpido pensar que tanto Víctor como las y los otros integrantes de la banda se rigiesen con las leyes mundanas de los ciudadanos de a pie.
El camino transcurrió entre el silencio de la noche y las leves caricias que rozaban mi pierna. Había perdido la noción del tiempo y de la distancia recorrida cuando el sueño empezó a azotar mi cuerpo. Desde pequeña siempre había sido propensa a dormirme en los trayectos en coche; solía acabar rendida ante los latigazos de la somnolencia en cualquier tipo de distancia, desde la que se recorría en horas hasta la que apenas duraba unos pocos minutos. La peor parte era que yo luchaba contra el sueño queriendo ver los paisajes y el cielo cambiando de color y mudando su apariencia, aunque siempre caía rendida pese a no tener cansancio o falta de sueño acumulado en mi cuerpo. Y, una vez más, los párpados me pesaban y sentía el ruido llegar a mí con una sensación de sonido estéreo y amplificado. Cerré los ojos. Me dejé llevar por el ronroneo del vehículo, por las caricias de Víctor y por el balanceo del coche con sus movimientos que me mecían con gráciles toques logrando que me sintiera arrullada y cálida. Sentía los brazos de Morfeo extendidos en mi dirección queriendo cogerme y llevarme a las profundidades de su esencia para evadirme de la realidad y llevarme a un sueño en el que permanecer en calma para siempre junto a Nix e Hipnos. Toqué esa sensación con la punta de los dedos hasta que el calor de mi muslo desapareció y una voz retumbó por mis oídos hasta llegar a la tranquilidad de mi estado aletargado y casi somnoliento.

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El juego.
Teen FictionEl lugar equivocado en una fría y solitaria noche de invierno. Una chica perdida entre las desoladas calles. Una banda. Unos hipnóticos ojos verdes. "-...pese a que tú no lo creas estoy seguro de que este mundo del que huyes te pertenece mucho más d...