Me palpitaba la cabeza con intensidad dolorosa y sentía mis ojos hinchados evitando cualquier movimiento o intento por separar mis pesados párpados.
Las horas oscuras de la noche se me habían antojado largas y arduas acompañadas únicamente por las lágrimas y los recuerdos pasados sin valor y añorados con perpetuo anhelo.
Había conseguido conciliar el sueño en la madrugada mirando agotada el techo de mi habitación brillar con la leve luz matinal clareando en el cielo y reflejándose sobre la pintura celeste. Llegó un punto entre la desolación acumulada por los múltiples sucesos acontecidos en las últimas semanas juntándose con los sucedidos durante el último año, en el que mis ojos se cansaron secos y vacíos y solo quedó en ellos la abrumadora tristeza latente bajo mis lagrimales.
Me dormí sin saber ni el cómo ni el cuándo y me había despertado de mala gana y obligada, con el mal humor cargado al máximo provocado por el cansancio pulsando con fuerza en mis sienes, debido al sonido agudo que inundaba toda la extensión de la casa y que me penetraba retumbando en mis tímpanos. Alguien en la calle picaba al timbre con insistencia y yo únicamente sentía como con cada timbrazo mi cabeza se estremecía ante la sensación retumbante del ruido recorriendo por todas las cavidades de mi cráneo. Mi consciencia se dividía entre coger la almohada y asfixiarme con ella, apoyándola con fuerza sobre mi cara para dejar finalmente de respirar y de escuchar el estridente y agudo sonido, o bajar y atender a la persona que se había parado a joder con empeño a quién no debía cuándo no debía hacerlo.
Me destapé entre gruñidos de todas las mantas que me habían calentado durante la noche sintiendo como cada uno de mis músculos crujía acartonado y tenso, con apenas unas pocas horas de sueño acumuladas sobre ellos. Mis pasos apesadumbrados y pesados se encaminaron hasta la puerta atravesando el desértico pasillo de la planta superior de mi casa. Bajé las escaleras con parsimonia mientras sentía como toda mi energía se había quedado descansado entre el abrigo de mis suaves sábanas. Una vez estuve frente a la puerta, suspiré pensando en un inocente vendedor a domicilio sin ningún tipo de relación con mis desgracias e infelicidad esperando al otro lado de la puerta en la fría calle soltando vaho por su boca; pero finalmente agarré el pomo entre mis manos para girarlo y destapar la identidad de quién había arruinado mi ligero y recién cogido sueño notando cómo, a pesar de los intentos, el malhumor ganaba en mi interior a cualquier otra emoción o sentimiento en el mismo momento en el que un nuevo timbrazo había estallado justo sobre mi cabeza.
-¿¡Qué coño...!? ¿Zoe?- interrumpí mi gruñido furioso en cuanto reconocí la silueta delgada y cabizbaja de mi amiga pelinegra parada justo frente a mi puerta. El sol había tintado el cielo a su espalda de un tono rosáceo pastel por lo que intuí que no debían ser más de las ocho de la mañana. Sin embargo cualquier atención sobre el cielo o sus atractivos colores quedó en segundo plano el momento en que Zoe levantó la vista y me mostró su rostro bañado en lágrimas.
Parecía que para nadie había empezado bien aquel fin de semana.
-¿Qué te pasa, Zoe?- demandé con desesperación notando como cada fibra de mi cuerpo olvidaba el dolor, el cansancio o el malestar en el mismo instante en el que la pelinegra había vuelto a derramar de manera incontenible lágrimas gruesas y saladas- ¿Qué ha pasado, Zoe?- volví a preguntar sintiendo como los nervios me carcomían la consciencia mientras sujetaba su rostro entre mis manos, queriendo que fijara su mirada sobre mis ojos, a la vez que de entre sus labios salían ahogados sollozos. En mi cabeza se estaban manifestando ideas descabelladas y horribles sobre las posibles razones por las que Zoe lloraba de aquella manera tan rota y desconsolada, y no sabía si me asustaba más mi propia imaginación o la realidad todavía desconocida que la había envuelto.
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El juego.
Teen FictionEl lugar equivocado en una fría y solitaria noche de invierno. Una chica perdida entre las desoladas calles. Una banda. Unos hipnóticos ojos verdes. "-...pese a que tú no lo creas estoy seguro de que este mundo del que huyes te pertenece mucho más d...