Un dolor palpitante latió en mis sienes haciéndome abrir los ojos con fuerza e ímpetu, quedándome cegada durante unos segundos debido a la intensa e inesperada luz.
Un conjunto de recuerdos tenebrosos y sangrientos inundaron mi cabeza mientras apretaba los párpados entre sí con desesperación. No quería volver a ver las imágenes de lo que había sucedido en aquel almacén, no quería escuchar las balas ni notar de nuevo la espesa textura de la sangre envolviendo mi piel y mi ropa, arrastrándome junto a ella a la perdición de la muerte.
Volví a abrir mis ojos para observar con miedo las palmas de mis manos, esperando ver en ellas la marca de la sangre seca y oscurecida de Javier, teniendo en mis manos los últimos rastros de su vida antes de que esta se hubiese desvanecido de su cuerpo para siempre; mas lo que vi me llenó de confusión. Mis manos estaban completamente limpias y el traje que había cubierto mi cuerpo de manera impoluta al inicio de la noche y que había acabado por ser una maraña de tela rasgada, sucia y ensangrentada había sido sustituido por unos pantalones de chándal grises sueltos y una camiseta de algodón amplia, blanca e impecable.
-¿Qué coño...?- pregunté al silencio mientras a mi nariz llegaba el olor a jabón que desprendía mi cuerpo. Mi cabello húmedo caía por mi espalda y notaba como la tela en esta parte estaba levemente mojada y pegada a la piel.
Mi atención recayó en la habitación en la que me encontraba y que estaba completamente vacía. Era un habitáculo simple, ajustado con lo mínimo y necesario como podría ser una mesa, una cama o un armario.
Me puse de pie y me encaminé hacía el único adorno que se encontraba en la habitación, un espejo completamente impecable que mostraba el cuerpo entero de quien se miraba en él. Me observé en el reflejo y no pude reconocer en mí la figura sucia y con el cabello enmarañado que había salido del almacén. No había en mí ningún rastro de la muerte de Javier ni de todo lo que se había quedado con él en el almacén, toda una vida de recuerdos y muchos más por crear que habían quedado tirados en el suelo de cemento polvoriento y agrietado de la nave.
Eduardo.
Él me había sacado a rastras del almacén y había sido bajo su férreo agarre cuando había perdido el conocimiento. Estaba más que segura de que alguien de la banda debía estar en aquel lugar vigilándome y yo tenía demasiadas angustias en mi cabeza como para permitirme permanecer quieta e inmóvil en aquella habitación, apartada de la realidad que seguía corriendo fuera de aquellas paredes. Estaba harta de sentir la determinación de mi cuerpo quedar aplastada bajo los caprichos y los oscuros secretos de la banda, que día a día quedaban mostrados frente a mí. Me encaminé hacia la puerta y tomé el frío pomo de esta entre mis manos, sintiendo como un profundo suspiro de anticipación se formaba en mis pulmones.
Si la banda no le habían dado protección a Javier, yo iba a encargarme de vengarlo.
Abrí la puerta de un fuerte tirón encarando y viendo por primera vez la estancia que se abría más allá de la habitación que me había recibido y cobijado durante mi inconsciencia. Frente a mí se extendía una sala de paredes negras opacas que apenas estaba amueblada con un sofá de simple tela gris y un par de estantes de madera blanca que aguantaban sobre sí unos pocos libros. En medio de la sala, a un lado del sofá, se encontraba Eduardo con un teléfono móvil pegado a la oreja.
-Luego te llamo- habló sin más a su receptor mientras clavaba su mirada en mi cuerpo haciendo su camino visual hasta llegar a mis ojos- Por fin te despiertas, llevas más de una hora inconsciente. Ven, siéntate en el sofá, tenemos varias cosas de las que hablar.- invitó con su mano mientras él permanecía completamente inmóvil en su sitio. Su porte era serio y firme, como si unas horas antes no hubiese permitido y perpetuado de manera indirecta la muerte de un hombre que en sus últimos momentos de vida había pensado en salvarme de aquella lluvia de balas cargadas por la muerte.
ESTÁS LEYENDO
El juego.
Teen FictionEl lugar equivocado en una fría y solitaria noche de invierno. Una chica perdida entre las desoladas calles. Una banda. Unos hipnóticos ojos verdes. "-...pese a que tú no lo creas estoy seguro de que este mundo del que huyes te pertenece mucho más d...