Capítulo 45

2.2K 106 73
                                    

Me dolía la cabeza y a ratos sentía que los oídos me pitaban, y todo ello era debido a que me encontraba agotada.

    Apenas había pegado breves cabezadas antes de despertarme sobresaltada por diferentes motivos: por un lado, me perseguía la imagen de Javier desangrado; en otras ocasiones veía las pupilas grises y sin vida de mi amigo Roberto flotando en aquella piscina; algunas veces me imaginaba a Víctor solo y perdido y yo completamente inmovilizada como para poder ayudarlo. 

    Al final había acabado por sentarme sobre el alfeizar de mi ventana cansada de estar en aquel bucle de angustiosas pesadillas que no me dejaban ni dormir ni mantenerme despierta. Sobre las seis de la mañana, y sin una hora decente o entera de sueño en mi cuerpo, me había levantado y dado una ducha, que no me había renovado las energías, pero que al menos me había relajado de manera parcial y momentánea los músculos y la mente. Horas después, en clase de latín, cuando después de repetir cincuenta veces el mismo vocabulario traducido de un texto original empecé a notar como se me entrecerraban los ojos pude darme cuenta de lo exhausta que estaba. La noche anterior había sido muy movida y agitada y ni siquiera al final de esta había podido darme un respiro o descanso de la realidad. En parte sabía que era mi culpa, que yo misma no me permitía desconectar hasta tenerlo todo en orden.

    No obstante, bajo los rayos de sol todo se sentía mejor.

    Me quedaban pocos minutos para acabar la última clase del horario y, aprovechando que el profesor estaba repartiendo las notas del examen a los alumnos y alumnas, yo me había inclinado sobre un pupitre al que le tocaban los calientes rayos de sol a través del cristal. No me dormía, aunque podía notar como mi cabeza reposaba descasada durante unos pocos minutos. Porque a la salida me iba a encontrar con Víctor e intuía que para aquella conversación iba a necesitar la energía y concentración que me había faltado durante todas las horas de clase y que el pequeño café que me había tomado durante el desayuno no me había dado.

    Durante unos segundos me sentí completamente absorta por la sensación de los rayos de sol repartiendo vitalidad y fuerza por todo mi cuerpo, olvidé a los alumnos que reclamaban por sus notas y a las otras que celebraban estas. Por un momento, sentía que realmente no me importaba nada más allá del calor del sol llenando toda mi agotada alma. Sin embargo, los placeres más puros de la vida son breves y el mío se vio interrumpido cuando mi profesor de historia meció mi brazo de manera enfadada haciendo que levantara la cabeza del pupitre levemente desorientada y sorprendía al ver que la clase se encontraba completamente vacía más allá de nuestra presencia.

    -Tu actitud es completamente inadecuada y decepcionante, Alia. No has venido a buscar tu nota, te has pasado toda la hora durmiendo y hace días que no entregas ni tus deberes, ni los trabajos que te asigno yo o cualquier otro profesor- recriminó con voz dura. Era cierto, en las últimas semanas había estado tan ocupada con la banda, Víctor y la inesperada visita de mi hermano que durante las navidades me había olvidado por completo de entregar todas mis tareas asignadas con antelación para aquellas fechas. Había pensado en hacerlas a la vuelta de las breves vacaciones, pero la banda se había complicado y los estudios habían pasado a un segundo plano opacados ante la presencia del ojos verdes.

    No podía permitirme dejar atrás mis estudios a pocos meses de la selectividad, la gran prueba de acceso a la universidad, y aun así, a sabiendas del gran error que cometía al descuidar mis obligaciones estudiantiles, no hacía nada para ponerle remedio.

    -Has suspendido este examen y ni siquiera con un cuatro alto. Te presentaste a mi examen con los conocimientos mínimos como para sacar un mísero dos. Antes no bajabas del ocho y ahora parece que no llegas ni a la mitad- juzgó con severidad consiguiendo que se me oprimiera la garganta ante su cruel e insensible reprimenda. Los profesores podían llegar a ser despiadados en el momento en que únicamente se preocupaban por un número y no por la persona que vivía detrás de este. Pero así funciona: te enseñan a tragarte los conocimientos escritos en un libro de manera literal y realmente no les preocupas ni tú, ni tus problemas; al fin y al cabo, no les pagan para eso.

El juego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora