Pocos minutos después me encontraba frente a la puerta de mi casa. Había ido todo el camino corriendo y solamente en el momento en el que mis pasos frenaron frente a esta noté como con cada respiración agitaba mis pulmones que parecían encogerse todavía más debido al frío que había estado calando mi cuerpo durante la carrera.
Un extraño estremecimiento estaba instalado por todo mi cuerpo, no era debido al miedo, sino a la excitación. Me sentía viva, sentía que mi corazón latía emocionado por la adrenalina acumulada en mi cuerpo de hacía unos minutos. Era contradictorio porque pese a haber sufrido una situación estremecedora y angustiosa, sentía más emoción y satisfacción en mi interior que malestar o miedo. Me sentía orgullosa de mí misma, de no haber sido la típica niña que se habría puesto a llorar temblorosa y sin saber qué hacer. No, yo no era así, yo ante las situaciones de miedo o de tensión solía sacar mi lado más valiente y astuto, buscando con este salir realmente de la situación y no esperar por una benevolente y afortunada redención por parte de mis atacantes.
Aunque ahora estaba la cuestión importante, ¿me había unido a ellos?
Pero ¿eso que quería decir?
Estaba segura de que no me iba a unir a ellos ni demente, ni borracha, ni en diez universos paralelos, ni bajo ninguna circunstancia.
Mientras metía la llave en la cerradura de la puerta unos grandes ojos volvieron a aparecer en mi cabeza reflejados en mis pensamientos como lo habrían estado sobre una superficie líquida; los ojos más bonitos que había visto en mi vida, unos grandes, redondeados y penetrantes ojos verdes. Me pregunté cómo sería ver esos ojos a plena luz del día, en cómo los rayos de sol harían resaltar y brillar el verde hipnotizador de estos. Aparté ese pensamiento de mi cabeza, ese era un rarito más en aquella extraña banda y ni los ojos más preciosos podían cambiar eso, además no lo iba a volver a ver jamás o al menos esa era la intención que tenía impuesta en la cabeza a la misma vez que cruzaba el umbral de mi casa.
-Hola.- saludé con brevedad al entrar finalmente al recibidor. Vi la luz encendida de la cocina y al no escuchar voces hablando desde aquel lugar supuse que Elisa ya se había ido a su propia casa. Fui hasta allí y me apoyé en la encimera mientras observaba a mi madre rodeada de papeles, facturas y demás hojas llenas de números y de textos impresos en tinta negra.
-Hola, reina- respondió ella levantando la vista de los papeles y dirigiéndola hacia mí. Una dulce sonrisa acompañó a sus cálidos ojos al mirarme- La cena está en el microondas- Sus pozos marrones me escanearon de arriba a abajo y luego volvieron a los papeles.- ¿No has pasado frío solo con ese jersey tan fino?- dudó ella frunciendo levemente el ceño- Elisa me ha dicho que hoy las temperaturas iban a bajar- y fue entonces cuando caí en la cuenta de que me había dejado la chaqueta en aquella maldita y demencial plaza.
Adiós, buena amiga
No pensaba volver a aquel lugar bajo ningún tipo de circunstancia y mucho menos para ir a buscar una chaqueta de polipiel negra.
-No, la temperatura estaba bien.- aseguré y, siendo honesta, era cierto. El frío se había ido de mi cuerpo hacía rato debido a todo lo acontecido en la plaza y después de haber visto aquellos ojos color esmeralda inundar con un calor abrasador mi alma entera- La cena ya me la comeré mañana, la verdad es que no tengo mucha hambre. En fin, me iré a dormir ha sido un día agotador.- y sin esperar respuesta, le di un beso en la mejilla a mi madre para después subir las escaleras corriendo directa a mi habitación. Un cansancio terrible se había ido apoderando de mí entre tanto pensar y recordar los acontecimientos recientes.
¿Se lo explicaría a mi madre?
No, por supuesto que no. No es que no confiara en ella o como si ella fuera una madre sobreprotectora, pero sería normal que una madre se preocupara si su hija le contase lo que me había pasado a mí minutos antes, a pesar de estar sana y salva. Además tener la libertad de la que gozaba me había costado mucho conseguirla y nada iba a estropear eso.
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El juego.
Teen FictionEl lugar equivocado en una fría y solitaria noche de invierno. Una chica perdida entre las desoladas calles. Una banda. Unos hipnóticos ojos verdes. "-...pese a que tú no lo creas estoy seguro de que este mundo del que huyes te pertenece mucho más d...