Abrí el pestillo de la puerta y recorrí el pasillo hasta llegar de manera silenciosa a las escaleras y bajar hacia el comedor. Allí estaba Gabbie apoyando la cabeza sobre el hombro de mi hermano mientras ambos miraban como Katniss y Peeta hablaban con un cálido amanecer cayendo tras ellos. En mi interior se debatieron las ideas de si debía irme en silencio y dejar la escena romántica seguir su curso o ir e interrumpirlos sentándome entre ellos dos.
-Eres tan sigilosa como un elefante- me acusó mi hermano- así que deja de mirarnos y siéntate de una vez- me ordenó todavía de espaldas. Le obedecí sumisa y me senté junto a él, pero no sin antes haber notado el sonrojo y la pequeña sonrisa en los labios de Gabbie al pasar por su lado. Vimos el resto de la película en silencio, de la cual me enteré de la trama debido a que a pesar de haberla visto empezada la había memorizado después de unas cien mil veces de haberla repetido.
Una vez esta acabó mi hermano y yo empezamos a recoger todos los envoltorios de las golosinas y los cuencos y vasos sucios que se habían ido usando y dejando durante el transcurso de la película; de mientras Gabbie encendía su teléfono que había estado apagado todo el tiempo y reposando sobre la mesa. Fui a la cocina y tiré los papeles a la basura para luego volver al comedor. Gabbie tenía el teléfono pegado en su oreja y parecía hablar exaltada con alguien, cortó la llamada con un brusco movimiento antes siquiera de que me viera o de que yo pudiera escuchar con quien hablaba.
-¿Pasa algo, Gabbie?- le pregunté cauta mientras me acercaba hasta llegar junto a ella. La rubia se giró a mirarme sorprendida y me dejó ver algo en su mirada que no cuadraba con su personalidad ni con su actitud diaria despreocupada. En sus ojos había preocupación y algo parecido al miedo latiendo tras sus córneas, una oscura y profunda preocupación que, a pesar de la sonrisa y el leve brillo que intentó poner en sus ojos, seguía anclada fija en su lugar.
-No, no,- negó rápidamente- pero al final no me voy a poder quedar a comer. Me tengo que ir a casa.- ni siquiera había acabado de hablar cuando ya se había incorporado del sofá. Su pie fregaba el suelo y ese era su tic nervioso que delataba las sensaciones que corrían por su organismo.
-Gabbie, ¿qué pasa?- le volví a cuestionar mientras me acercaba a ella intentando hacer algún tipo de contacto visual con sus ojos, los cuales dirigían su mirada a cualquier lugar de la sala menos a mi presencia.
-Alia, de verdad te pido que por favor no me presiones con este tema. Dame unos pocos días para que encuentre la manera de contártelo porque ahora mismo no sé ni cómo hacerlo.- admitió mirándome con pena. Una parte de mí se enfureció porque Gabbie, sin importar las circunstancias o mis súplicas, siempre preguntaba sin parar hasta saber y conseguir la respuesta que buscaba; pero mi otra parte quería dejarle su espacio porque nunca había visto esa mirada plasmada en los ojos de la rubia como para permitirme no asustarme por ello. Asentí levemente bajo sus ojos escrutadores y rápidamente fundió nuestros dos cuerpos en un abrazo necesitado y apretado.
-Sea lo que sea se arreglará, ya lo verás.
-Eso quiero creer- susurró sobre mi hombro aún en la fusión de nuestras anatomías.
Un móvil vibró en el sofá produciendo un zumbido que nos asustó y sobresaltó a ambas. Me separé del agarre de Gabbie y vi que el móvil que vibraba era el mío.
Víctor
Pensé que podría ser él, pero rápidamente la sorpresa me invadió al ver el nombre del contacto de "Zoe" encima del mensaje que acaba de llegar a mi teléfono.
"Necesito que vengas a mi casa, urgente."
"No le digas a nadie más, solo tú."- anunciaba el siguiente mensaje llenándome el cuerpo de incertidumbre.
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El juego.
Teen FictionEl lugar equivocado en una fría y solitaria noche de invierno. Una chica perdida entre las desoladas calles. Una banda. Unos hipnóticos ojos verdes. "-...pese a que tú no lo creas estoy seguro de que este mundo del que huyes te pertenece mucho más d...