Capítulo 49

969 82 122
                                        

Alia

    Alia

    Mierda

    ¡Alia!

    ¡ALIA!

    Sentía que la cabeza me palpitaba. Por más que intentaba luchar contra la oscuridad densa que me envolvía no era capaz de salir de esta. Notaba mi cuerpo pesado y con cada llamado lejano que escuchaba punzantes latigazos se instauraban en mis sienes creándome un dolor angustiante que me recorría todo el sistema nervioso.

    A pesar del mareo que me inundaba el cuerpo era consciente de lo que había sucedido, de que Jon me había secuestrado y drogado en el proceso. Sabía que debía abrir los ojos y luchar por salir de donde fuese que estuviese, pero no podía, me dolía la cabeza y sentía que estaba a punto de perder el conocimiento de nuevo debido al sobreesfuerzo al que estaba sometiendo a mi cuerpo al intentar luchar contra los efectos de la droga que todavía estaban latentes en mi cuerpo.

    Alia, por favor...

    Esa voz sería capaz de reconocerla en cualquier lugar.

    Abrí los ojos con fuerza notando como durante los primeros segundos todo lo que estos conseguían captar eran manchas de color sin forma ni nombre determinado. Después de pestañear unas cuantas veces y de respirar con profundidad, logrando calmar el mareo incesante que me había envuelto la consciencia, pude ver finalmente que me encontraba en una nave industrial. La sala estaba forrada por capas de acero que cubrían las paredes y una luz blanquecina iluminaba con claridad toda la estancia.

    Y delante de mí lo vi. Víctor me miraba con toda la preocupación del mundo reunida en su iris esmeralda. 

    Cuando intenté moverme en su dirección me di cuenta de que estaba sentada en una silla de metal y que me encontraba atada con esposas a ella. Igual que él. El frío del metal me sujetaba con fuerza de las muñecas y de los tobillos y notaba como con cada pequeño movimiento se ajustaba contra mi piel y me dañaba.

    -Por fin te despiertas- musitó con un suspiro aliviado mientras su cuerpo se relajaba como gelatina sobre la silla- Has llegado hace una media hora totalmente inconsciente, y joder, no podía hacer nada por ayudarte estando atado y obviamente tampoco es que vayamos a conseguir mucha ayuda aquí- se quejó con sorna mirando con desagrado e ira todo el lugar que nos envolvía.- No sabía que podía hacer más allá de llamarte y esperar a que fueses capaz de escucharme.

    -Te escuché- admití con la mirada perdida en la gran estancia en la que nos encontrábamos- ¿Qué sitio es este, Víctor?- pregunté con curiosidad notando como el miedo corría libre por mis venas. Víctor parecía estar molesto con la situación, pero no asustado; en cambio, yo no podía evitar respirar con agitación al notar que en el ambiente había algo extraño y turbio. Como el aviso silencioso y premonitorio que anticipa que algo muy malo iba a pasar- ¿Por qué estamos aquí?

    -Esas no son las preguntas correctas. La mejor pregunta para esta situación sería: ¿qué hacías con él?- interrogó con el enfado brillando de manera ardiente e intensa en su mirada verde oscurecida.

    -¿Con quién? ¿Jon?

    -Sí.

    -Lo conocí de fiesta y me pareció un chico majo y agradable. Quedamos para tomar algo en una cafetería y obviamente mi primera intuición sobre él queda claro que no estaba para nada acertada.- expliqué con impotencia y remordimiento mientras sentía que el peso por mis errores se cernía en mis hombros, por confiar a la ligera había acabado atada a una silla en medio de una sala en un polígono industrial.

El juego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora