Capítulo 46

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-¿Gracias?- repitió con duda- Pues supongo que de nada- prosiguió riendo y logrando que mi interior volviese a olvidar todas las incertidumbres que me carcomían los pensamientos para simplemente disfrutar del melodioso sonido que era la grave risa de Víctor

    Minutos después, cuando nos encontrábamos sentados frente a la lisa orilla mientras yo tenía el gran cuerpo del rizado recostado entre mis piernas estando ambos encarados hacia las olas rompiendo contra la arena, me empezó a invadir el sentimiento angustioso y apremiante de que debía hablar con Víctor y descubrir un poco más de su pasado; aunque realmente no quería hacerlo. No quería romper aquella atmósfera tranquila en la que nos habíamos sentado con calma, en la cual él estaba apoyado sobre mi cuerpo recorriendo mis piernas con sus grandes manos y yo le masajeaba el pelo con lentitud. No quería romper lo que teníamos en aquellos instantes para sustituirlo y llenarlo de dolor para Víctor.

    -Bebé...- llamó captando mi atención- Puedo notar como tu respiración se está acelerando, ¿qué te pasa?

    -No me pasa nada, simplemente me pone nerviosa el hecho de estar de esta manera junto a ti. Tan juntos, tan cerca... Tú me pones nerviosa- aseguré con convicción, ya que una parte de mi ansiedad era causada por la anticipación sobre nuestro tema de conversación, mientras que la otra parte se removía inquieta ante el contacto íntimo y cálido que compartíamos. Víctor se irguió en su lugar girándose levemente para fijar su mirada en la mía a la misma vez en que sus manos se depositaban a cada lado de mi cuerpo, manteniendo el suyo propio todavía entre mis piernas.

    -¿Te pongo nerviosa?- incitó acercando su rostro al mío con una lentitud exasperante.

    -No te hagas el tonto, sabes perfectamente que sí- me quejé desviando mi mirada de la suya pintada con intenso verde para dirigir mi vista a la marea azul que se mecía a sus espaldas. Siempre había considerado que el paisaje más bonito era una puesta de sol en una playa desierta; ahora que tenía a Víctor sonriéndome de manera socarrona con relucientes ojos esmeralda mientras el sonido del mar resonaba entre las paredes de aquella pequeña cala ya no estaba tan segura de ello.

    -Me gustas mucho, Alia. Porque siempre eres tan dura e indiferente, - susurró inclinando su cuerpo sobre el mío, dejándolo a centímetros de tocarnos- pero cuando te miro fijo a los ojos puedo ver que debajo de todas esas capas de sarcasmo y preciosa piel hay una chica tierna e inocente. Una chica que muchas veces se expone junto a mí y gracias por eso, mi amor, por confiar en mí y por mostrarte frente a mí con tu carácter brusco y también con el lado dulce.

    Mierda

    No pretendía hacerlo, cuando había previsto mi encuentro con el rizado realmente no me había planteado la idea de acabar de esta manera, pero en cuanto Víctor acabó de pronunciar la última palabra me lancé sobre él para que ambos acabáramos revolcados en la arena con nuestras bocas pegadas de forma adictiva e inevitable. Su boca se amoldaba a la mía con ansias mientras sentía como nuestros labios coincidían como hechos por los mismos moldes.

    Sentía que la boca de Víctor me pertenecía, que había estado hecha exclusivamente para mí.

    Y siempre estaba la parte insegura de mi interior, la lógica que me decía que el amor no era infinito y que, más allá del placer temporal, te dejaba con una carga emocional de dolor y tristeza que te pesaba hasta el final de los días. Mas no podía pensar en lo peor cuando sentía como la felicidad se desbordaba por mis poros en cada segundo en el que me encontraba junto al ojos verdes. No podía pensar en todo lo que podía salir mal cuando Víctor callaba todos esos pensamientos con un simple beso.

    Ojalá todo fuese tan simple como besarte.

    Cuando finalmente nos separamos para respirar profundas bocanadas de aire salado nuestras posiciones habían cambiado y nuestra ropa estaba salpicada por finos granos de arena que clareaban las telas oscuras. Me encontraba sentada sobre las piernas del rizado, teniendo cada una de estas a cada lado de su cuerpo, mientras Víctor envolvía sus brazos alrededor de mi cintura baja, dejándome en el hueco creado entre sus piernas cruzadas. Sus labios estaban rojizos e hinchados y yo, sin poder contener el impulso, levanté una de mis manos para poder pasarla sobre aquella boca que parecía reclamarme y llamarme de vuelta.

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