Capítulo 9

4K 204 21
                                    

Estábamos a dos calles de la casa de César Poulston. Nos encontrábamos en uno de los vecindarios más caros dentro de la clase alta de Barcelona y debido a la hora que era todas las grandes mansiones del lugar tenían las luces apagadas y estaban sumergidas en la oscuridad, exceptuando por los leves halos de luz que proyectaban los faroles que iluminan sus porches.

    Era sorprendente que la gente pudiese dormir a pesar de la fuerte música que se escuchaba retumbante desde donde estábamos mi hermano y yo, que aún era a una distancia razonable del lugar de la fiesta. Mi hermano me miró sonriente y con los ojos cargados de anticipación al escuchar la música a tal volumen.

    Hacía una hora desde que ambos habíamos decidido ir. Nos habíamos dado una rápida ducha, uno después del otro, y a continuación cada uno se había arreglado con su propio estilo en su habitación. Al acabar había bajado al salón para encontrarme a mi hermano esperándome ya listo pasando el tiempo distrayéndose con su móvil con un juego que trataba sobre crear tu propia ciudad medieval.

    Alex llevaba unos tejanos ajustados de color gris con una camisa simple blanca cubriendo su trabajado torso, una chaqueta tejana con forro de lana blanca, que se encontraba amarillenta por el uso, le protegía del frío y para finalizar llevaba unas bambas negras. Su brillante pelo era la mata peinada hacia un lado con un poco de gomina que siempre solía ser.

    Yo nada más salir de la ducha me había puesto un poco de máscara en las pestañas y sombra negra en los párpados, haciendo que el color marrón de estos resaltará en mi rostro como si fuera de unos tonos más claros y había pintado mis labios con un pintalabios de tonalidad granate oscuro y opaco. Llevaba unos pantalones negros que se ajustaban perfectamente a mis piernas como una segunda piel hasta llegar un poco por encima de mi ombligo y una camiseta de tirantes que quedaba muy ajustada hasta llegar a mitad de mis costillas, dejando así entre el pantalón y el top un espacio de piel en la cintura sin cubrir. El top era negro y tenía en el borde superior adornado con rosas rojas tejidas. El conjunto de ropa terminaba con unas bambas negras con algunos detalles grises.

    A diferencia de mi hermano, no llevaba chaqueta por tres simples motivos; razón número uno, no me gustaba llevar chaquetas a las fiestas porque acababan por ser un estorbo dentro de aquellos ambientes sofocantes; razón número dos, con lo despistada que era ya había perdido más de una en algunas fiestas; tercera y última razón, mi hermano era muy caluroso y seguramente nada más habernos alejado unas pocas calles ya se habría agobiado y me la daría, siendo innecesario llevar dos chaquetas. Ahora, después de casi veinte minutos caminando hasta la casa de César, la chaqueta de mi hermano reposaba sobre mis hombros dándome un calor reconfortante en la fría y oscura noche. Al ver a mi hermano sin chaqueta pude darme cuenta de que la camiseta blanca que llevaba era de manga larga calentando sus brazos, otra razón de peso para que la chaqueta finalmente la acabase llevando yo.

    Después de lo que pareció un paseo por una distancia de infinitos kilómetros, de lo largo que se nos había hecho, llegamos al jardín de la casa de César donde pudimos ver los primeros indicios que daban la clara imagen de que esa era una fiesta de las que se recuerdan... Dependiendo de lo que tomes o en la condición que acabes, claro. El primer aspecto era que la música estaba tan fuerte que sentías como los tímpanos te retumbaban dentro de las orejas y como el corazón te latía al ritmo de la percusión de la canción que se reproducía. El segundo detalle era que había parejas manoseándose y toqueteándose sin reparos en el jardín y algún que otro borracho vomitando, lo cual era repugnante pero a su vez significaba que había bebida en gran cantidad y que el ambiente estaba excitante y caldeado dentro de la fiesta.

    Con una gran sonrisa plasmada en mi rostro atravesé junto a mi hermano el jardín hasta llegar frente a la puerta de la casa, la cual estaba entreabierta incitando a cruzarla y dejarse envolver por los vicios que escondía del exterior. No nos dio tiempo a seguir nuestro camino cuando la puerta se abrió de par en par dejando ver a un chico moreno de ojos color chocolate oscurecidos por el ambiente umbrío y con la camiseta llena de vómito grumoso y pestilente. Se paró con cara asqueada frente a nosotros al frenarle su huida de la casa, nos miró a ambos de pies a cabeza, luego dirigió una mueca de repulsión hacia su camiseta, arrugó la nariz en oler el hedor que emanaba de esta y volvió a clavar su mirada sobre nosotros.

El juego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora