Capítulo 39

1.6K 101 34
                                    

Me había despertado hacía una media hora con el cuerpo y la mente renovados después de unas largas horas de sueño reparador junto al calor de Zoe. Mis ojos se habían abierto despejados y relajados bajo la cálida luz que inundaba en todo su esplendor la habitación entera. 

    Eran las dos de la tarde y me sentía mejor que nunca.

    Había recuperado mi fuerza interior y mi firme determinación de querer saber toda la verdad que acontecía en lo más alto de la banda después de hablar con Zoe, ya que sabía que pasase lo que pasase nunca iba a estar sola, porque siempre y bajo cualquier circunstancia me tenía a mí misma.

    Me había levantado con cuidado de no despertar a la somnolienta pelinegra mientras salía de la cama pasando sobre ella con sigilo hasta apoyar finalmente mi peso en el suelo. Una vez con los pies desnudos apoyados sobre la fría superficie me encaminé hasta el armario para coger ropa limpia con olor a flores suaves, del detergente que usaba mi madre, y me dirigí hacia el baño para satisfacer la última necesidad que le quedaba a mi anatomía para renovarse por completo: una buena ducha bajo el agua caliente cayendo con gruesos chorros sobre mí.

    Veinte minutos después todavía seguía mojando mi pelo y humedeciendo mi piel con agua caliente a ratos parada para utilizar champú para el cabello con olor a frutas y diferentes jabones con los que frotar mi piel. Veía con parsimonia y calma como las gotas de agua resbalaban por todo mi cuerpo de manera rápida dejando una estela húmeda a su paso.

    Era todo tan tranquilo y apacible que por un momento llegué a plantearme la idea de que el tiempo se hubiese parado en aquel instante para permitirme vivir con paz y armonía todo lo que restará de mi banal existencia. O al menos eso pensaba hasta que escuché una discusión proveniente desde la planta baja de mi casa. No eran gritos ni insultos, pero sí eran palabras toscas con tono brusco entre dos mujeres. Una de las voces, pese a la lejanía y la puerta que se interponía entre nosotras, podía asegurar que era de Zoe, sin embargo, la otra no me resultaba familiar, no sonaba ni como mi madre ni como alguna de mis otras amigas.

    ¿Quién era la otra chica?

    Envolví mi cuerpo con rapidez en una suave toalla lila antes de salir y bajar por la escalera con prisa, aunque con cuidado debido a mi usual torpeza y a que mis pies estaban mojados, hasta llegar a la planta inferior donde Zoe discutía de manera acalorada con Azul, quien la observaba inexpresiva y con los brazos cruzados sobre su pecho.

    -¡Qué no te voy a dejar pasar!- gruñó Zoe a la vez que Azul rodaba los ojos en respuesta. Ninguna de las dos se había percatado de mi presencia a los pies de la escalera mirándolas con entretenimiento y sorpresa. Nunca habría imaginado un encuentro entre las dos chicas, mas ahora que lo tenía justo delante y que conocía el carácter tosco y borde de ambas sabía que una tremenda explosión se avecinaba- De cualquier manera, ¿quién se supone que eres tú?

    -Como te he dicho antes no te debo ninguna explicación, niña. Y de igual manera podría preguntarte yo quién coño eres porque que yo sepa esta no es tu casa.

    -Pues sí que es mi casa. No sé a quién buscas tú, ratera, pero te has equivocado.

    -¿"Ratera" me has llamado, niña pija?- escupió Azul encarando a la pelinegra mientras esta se mantenía firme e impasible en su lugar con la cabeza alta.

    -Además de problemas de compresión, ¿también los tienes auditivos?- atacó Zoe logrando que yo saliera a la luz como un resorte para intervenir y posicionarme entre ambas chicas que parecían estar a punto de despellejarse mutuamente. La tensión se respiraba pesada en el ambiente que flotaba entre ellas.

    -Ya vale las dos, ¿se puede saber qué os pasa?- increpé intercalando mi mirada entre ambas y notando como sus ojos seguían conectados con la decisión y la furia pintadas en sus pupilas. Unos orbes eran profundos y negros, los otros de un azul tan oscuro y bravo como las aguas en alta mar.

El juego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora