Capítulo 36

1.8K 98 38
                                        

El pelo húmedo me caía sobre la tela de la camiseta mojando la prenda en un recorrido de gotas descendentes de agua fría. Me encontraba en ropa interior y con apenas una fina camiseta verde sobre el cuerpo mientras mi mirada analizaba todas las prendas colgadas o dobladas en el interior de mi armario de madera clara.

    Al final, al acabar las clases, Mel se había acercado a mí y me había pedido disculpas por su comentario fuera de lugar, alegando que cuando se sentía atacada su instinto más rápido e innato era desviar la ofensa hacia otra persona. Su excusa me hizo reír a carcajada limpia frente a sus confundidos ojos. A Mel le encantaba la controversia, le gustaban los conflictos y tener algo nuevo de lo que hablar cada día de su vida, ya fuesen cosas malas o buenas, y cuando los tiempos estaban reinados bajo la calma era ella misma la que se encargaba de destrozarla y borrarla. Mas, a pesar de ser consciente de ello, yo tampoco habría ganado ni sacado nada de provecho de haber seguido adelante con el enfado; ni ella iba a cambiar su manera de ser ni yo podía hacer nada más con mi pasado que superarlo y afrontarlo, no era como si tuviese la oportunidad para volver atrás en el tiempo y poder remediar todos mis errores.

    A lo largo del último año había aprendido que la vida era una secuencia de cagadas, una tras otra, que te enseñaban a vivir o a querer morirte. Simplemente tenías que asumir y aceptar el futuro que te deparasen.

    Así que largas horas después, con la noche oscureciendo las calles a su paso, me estaba preparando para ir a la fiesta de celebración del inicio de las clases, lo que era una gran incoherencia en sí misma, ya que en su mayoría las personas que de verdad quisieran celebrar el acontecimiento del inicio de clases no iban a hacerlo en una fiesta organizada por Jorge, conocido por su desgana estudiantil, sus faltas de asistencia y su posición fija en uno de los bancos situados bajo el sol frente a nuestro instituto y únicamente acompañado por el humo de los cigarrillos industriales que se consumían uno tras otro entre sus labios.

    -Este es genial para esta noche- celebré complacida mientras entre mis manos la suavidad deshacía la tela oscura y translúcida del fino top que había cogido. En cuestión de pocos minutos mi cuerpo fue cubierto y protegido por la tela de un pantalón tejano negro de tiro alto y por un fino top brillante que rozaba mi piel con una suave caricia constante. Dejé mi pelo completamente suelto, aunque menos húmedo, caer de nuevo sobre mi espalda en una cascada de rizos oscurecidos por la presencia del agua aún en ellos.

    Mi móvil vibró sobre la mesita de noche al lado de mi cama y acudí al instante para ver quién había sido la causa que había producido el sonido.

    Era un mensaje de Mel.

    "Estoy abajo."

    Abrí la ventana de par en par, consiguiendo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo de una manera tan veloz como la temperatura bajaba por todo mi organismo, para ver como la morena estaba apoyada junto a uno de los extremos de la valla frente al pequeño patio frontal de mi casa mirando de manera distraída y descuidada la desolada calle que se extendía solitaria a ambos lados del horizonte.

    Cerré la ventana para dirigirme una última vez al armario y coger una chaqueta tejana de color negro que había sido la sustituta durante las últimas semanas de aquella cazadora que había presenciado mi unión a la banda y que había quedado abandonada sobre el asfalto de aquella plaza desértica.

    Observé mi reflejo preguntándome cómo serían los ojos que me devolverían la mirada unas horas después, cuando el olor de la madrugada reinará en el ambiente y el cansancio de la fiesta estuviese acumulado en todos mis músculos. Me vi levemente maquillada, vestida de forma cómoda pero insinuando las curvas que se escondían bajo la piel y con el pelo alborotado de manera salvaje. Quise volver a ser tan segura como aparentaba serlo mi reflejo.

El juego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora