El ardor en mi cuerpo se había sofocado y extinguido rápidamente al salir de la protección y del calor que me había proporcionado la casa de César. El frío de la noche invernal había calado en mis huesos hasta hacer que me rodeara con fuerza en mis propios brazos para poder darme unos pocos grados de calor corporal y que mis pasos, ya precipitados queriendo alejarse de la fiesta, acelerarán el ritmo añorando llegar a casa para poder calentarme y no sufrir una hipotermia.
Apenas había llegado al final del gran jardín de la casa de César cuando escuché como la puerta principal se cerraba de un portazo a mis espaldas. No le di importancia, ya que en esa fiesta había mucha gente, y seguí con mi rápida huida del lugar y con mi apresurada vuelta a casa.
Unos pasos fuertes y pesados se escucharon cerca de mí, siguiendo mi carrera a mis espaldas, y a pesar de que una vocecita en mi interior me animaba a girarme y a enfrentar a la persona, decliné la idea. No me apetecía hablar con nadie en ese momento y a no ser que la persona quisiera que le contestara de forma borde y brusca más le valía cambiar la dirección de su camino.
-¡Alia!- escuché que me llamaba la voz ronca y aterciopelada de quién menos me apetecía ver- Espera, Alia- volvió a hablarme esta vez sin alzar el tono, lo que me dio a entender que estaba más cerca de mí e hizo que mis pasos acelerarán el ritmo queriendo volver a marcar una distancia clara entre ambos- ¿Te vas a dedicar simplemente a ignorarme?- increpó con frustración mientras se escuchaba entre el sonido de nuestros pasos como dejaba salir un soplo frustrado de su interior. Después de eso siguieron unos segundos de silencio en los que se me hizo extraño que Víctor hubiese desistido tan rápido de su objetivo por llamar y obtener mi atención y en los que, a la misma vez, lo agradecí internamente.
No entendía por qué estaba tan afectada y molesta por su comportamiento, ni por qué necesitaba irme con tanta rapidez y urgencia del lugar. Pero notaba como a cada paso que daba lejos de allí, del ardor de la fiesta, de sus sustancias y de las personas que se perdían entre la música y el alboroto, se aligeraban todos los efectos de estos provocados sobre mí.
Mis pensamientos se esfumaron cuando sentí como unos brazos fuertes se envolvían alrededor de mi cintura y sin apenas esfuerzo me subían al fornido y duro hombro de Víctor, dejándome con mi cara chocando leve y esporádicamente contra su espalda debido a los movimientos con cada paso que él daba. Me sujetaba con un brazo solamente y este estaba rodeado y anclado en mi espalda baja. Me hacía enfadar y sentirme aún más frustrada el hecho de que sin apenas trabajo o dificultad me llevase a su gusto y decisión.
-¡Suéltame!- grité con todas mis fuerzas sin importar los vecinos que dormían en el interior de las casas distribuidas a ambos lados de las aceras que nos bordeaban. Miré a mí alrededor, pero ni una sola luz en alguna ventana o en una habitación se prendió o iluminó entre la densa oscuridad; a nadie le importaba lo que pasará a esas horas por la calle, nadie se preocupaba de los peligros que acechaban a las personas durante las horas de penumbra. Me revolví en su brazo y lo único que conseguí fue casi caer de su hombro y ser libre, aunque llevándome un violento golpe de por medio; mas el rizado logró volver a fijar su agarre de hierro en mi cintura antes de que cayera de cara contra el suelo.
-¿Te puedes estar quieta de una vez?- pidió exasperado mientras seguía caminando. No sabía si me llevaba a casa o si sus pasos no tenían más destino y función que el de conseguir calmar mi furia.
-Suéltame.- exigí con el enfado debido a la situación goteando por mis palabras y dejando mis brazos cruzados con firmeza sobre mi pecho, encontrándome todavía boca abajo y viendo todo el mundo del revés. Mi estómago estaba caliente por el contacto contra la tela que cubría el hombro y la espalda de Víctor, pero mi espalda desnuda y sin protección recibía en ella el golpe cruel de la temperatura helada de la noche.

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El juego.
أدب المراهقينEl lugar equivocado en una fría y solitaria noche de invierno. Una chica perdida entre las desoladas calles. Una banda. Unos hipnóticos ojos verdes. "-...pese a que tú no lo creas estoy seguro de que este mundo del que huyes te pertenece mucho más d...