Capítulo 18

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No sabía exactamente cómo había acabado metida en aquel coche de gama alta, color negro y con las ventanas polarizadas en una carretera exageradamente larga sin saber el destino al cual me dirigía.

    Nada más "el jefe" había acabado de informarme sobre el papel que iba a ejercer esa noche en la misión, habían entrado unas Sara y Adriana sonrientes y con las manos llenas cargando diferentes vestidos y neceseres que más tarde había descubierto que estaban llenos de maquillaje y de accesorios para el pelo. Las dos entraron hablando alegremente y dándome detalles sobre la misión para familiarizarme con la idea y para después empezar a discutir entre ellas qué color quedaría mejor con mi piel aceitunada.

    Se decidieron con un unánime asentimiento de cabeza por un vestido ajustado rojo con la copa en leve forma de palabra de honor sin llegar a ser exageradamente marcada. Al ponérmelo y notarlo como una segunda piel, Adriana me había mirado con el orgullo pintado en los ojos mientras Sara había fruncido el ceño, alegando que ese vestido era suyo y que después de ver como me quedaba a mí a ella le sentaba como un saco de patatas; mientras a mí se me ajustaba en cada curva desde el pecho hasta las caderas, a ella al ser más delgada que yo le debía quedar levemente más holgado en algunas zonas.

    Más tarde, aprovechando que Adriana cogía una sombra dorada y me obligaba a cerrar los ojos para hacerme sentir el suave roce de los pelos de la brocha recorrer mis párpados y que Sara buscaba que zapatos quedarían mejor con el vestido a una breve distancia, no pude reprimirme más y me disculpé con la ojiverde por la patada que anteriormente le había dado. La pelirroja paró sus movimientos haciéndome abrir los ojos lentamente esperando ver la reacción de esta, la cual pensaba que iba a ser de enfado o de recelo, sin embargo, la encontré sonriéndome de nuevo con orgullo para rápidamente regañarme por disculparme, alegando que había sido la mejor reacción que había visto en gente en la misma situación que yo; lo que me hizo estremecerme levemente tanto por la satisfacción como por la incomodidad al saber que aquella situación se había repetido con otras personas con anterioridad.

    Luego envolvió mi cuerpo en un fuerte abrazo dado por sus delgados pero ejercitados brazos y mientras sentía su cálida respiración sobre mi oreja me susurró que por favor no mencionara a nadie lo ocurrido anteriormente, que confiaba en mí. Supe al instante que se refería a la conversación que había escuchado a hurtadillas entre ella y David, que obviamente tampoco se me había ocurrido mencionar ante nadie; pero no tuve tiempo para decirle que podía confiar en mí cuando otros brazos se envolvieron también con nosotras y causaron de nuevo la presión del abrazo de manera aumentada. Era Sara, que se quejaba sobre lo injusta que era la marginación gratuita que acababa de sufrir, causando que Adriana y yo riéramos a carcajada suelta.

    Ellas dos eran sin duda las chicas que mejor me caían de la banda debido a la calidez que me transmitían, y entre ellas parecían tan amigas que pasarían por hermanas de no ser por la ardiente melena de una a diferencia del rubio claro casi blanquecino de la otra.

    Cuando acabaron finalmente de prepararme me dijeron que me pusiera frente a un espejo de cuerpo entero para ver el resultado de su duro trabajo y dar mi opinión personal, que tardó unos segundos en salir debido al asombro. Al mirarme en el espejo me devolvió la mirada una chica que era como una versión alternativa de mí misma, un alter ego mejorado de mí.

    Tenía el pelo suelto y liso cayendo en cascada por la espalda y por los hombros, quedando a una altura mucho más baja de la que normalmente tenía con el pelo rizado. Pocas veces me había alisado el cabello, pero ahora al verme delante del espejo con el pelo completamente alisado sin ni una onda rebelde rompiendo la armonía, podía apreciar como solamente un peinado podía cambiar la visión de un rostro por completo. Mi rostro parecía la cara de alguien más mayor, más adulta y más seria con las facciones más marcadas y delineadas. Mis ojos marrones estaban ocultos bajo lentes de contacto de color azul y estos resaltaban con claridad entre la oscura pintura que me habían puesto sobre la delicada piel del alrededor. Tenía los párpados maquillados con base marrón, las pestañas alargadas con unas cuantas postizas y creando la ilusión de ser infinitas debido a la máscara oscura que Adriana había aplicado sobre ellas y, finalmente, angulando más aún la forma de mi ojo, había una sutil capa de delineador negro. Mis labios, que milagrosamente me los habían dejado hacer a mí, estaban cubiertos por un pintalabios rojo mate que brillaba por la leve capa de brillo aplicada sobre su rellena forma y debido a las relucientes luces de la habitación de reuniones.

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