Capítulo 4

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Minutos más tarde y después de haber lavado mi cara con agua fría me arrepentí de haber llamado tan desesperada a Gabbie.

    ¿Cómo se me había ocurrido?

    Punto A- Ni siquiera estaba segura de lo que iba a explicarle. Mis pensamientos más dramáticos me habían dominado durante la breve llamada dejándome en aquel momento, cuando la tensión en mi cuerpo era un simple recuerdo, sin saber qué explicación o historia iba a contarle a Gabbie.

    Punto B- En aquel mismo momento ella debía de estar preocupada y viniendo hacia mi casa para ayudarme en lo que fuese que me pasase lo antes posible.

    Punto C- Y de nuevo... ¿Qué se suponía que iba a explicarle?

    Reflexioné unos segundos hasta que la solución apareció con letras mayúsculas en mi cabeza. Cogí el teléfono y llamé a Zoe y después a Mel.

    Pocos minutos más tarde el sonido del timbre retumbó por las paredes del salón haciéndome levantar la cabeza con sorpresa y prepararme mentalmente para la actuación que debía fingir si quería que la rubia no dudará de mis palabras, porque sin tener que abrir la puerta ya sabía que era Gabbie la que estaba esperando. Y así era, respiraba agitada con una mano pegada al pecho y la otra apoyada en su rodilla derecha y me miraba esperando que hablara en ese mismo momento.

    -¿Has venido corriendo?- le pregunté sorprendida. Gabbie nunca corría, ya que según ella se ponía como un tomate colorado y sudoroso y le daba vergüenza que la gente la viera así.

    -¿Acaso has escuchado tu maldita voz en la llamada?- respiró hondo unos segundos mientras cerraba los ojos tratando de que su respiración se relajara y acompasara más rápido- Como la urgencia sea que se te ha acabado el chocolate otra vez te juro que te faltara mundo para correr.

    -No, no es nada de eso. Os he llamado a todas para preparar los planes de estas navidades; ya sabes, las fiestas y todo eso. Como nos conocemos, sabía que con un mensaje seguramente habría problemas para quedar porque alguna no lo leería, otra se olvidaría... Y con una llamada era todo mucho más fácil- dije con toda la seguridad posible mientras esperaba con aparente despreocupación la reacción de Gabbie. Esta levantó una ceja y luego entrecerró los ojos en mi dirección. No estaba segura de si me estaba creyendo o si planeaba saltarme al cuello por mentirle.

    -Podrías haberlo dicho... He corrido para nada.- se quejó con tono bajo y cansado haciendo un puchero. Yo me acerqué y la abracé con mimo a la vez que le acariciaba los brazos con suavidad y me reía sigilosamente.- Entonces, ¿sí que tienes chocolate?- asentí con la cabeza y esta rápidamente se despegó de mi abrazo y caminó por el pasillo en dirección a la cocina- ¡A recuperar fuerzas!- gritó mientras giraba por el marco de la puerta y desaparecía de mi visión.

    Estaba a punto de cerrar la puerta cuando vi una figura que movía sus dos brazos en mi dirección para que la viera, a pocos metros estaba Mel.

    -Hola- saludé sonriente- Qué rápido has llegado.

    -Para organizar fiestas nunca hay tiempo que perder.- habló con orgullo mientras entraba también. Mel era la experta en esos temas, tenía contactos que la informaban de cada fiesta que se celebraba. Era por ella que nosotras nos enterábamos y le agradecía eso, porque las fiestas a las que solíamos ir eran las mejores.

    -¡Mundana!- chilló la inconfundible voz de Zoe, que tenía un leve tono agudo.

    -No debería dejarte pasar solo por eso.- le reprendí con seriedad poniendo uno de mis brazos en el marco, evitando así su entrada.

    -Sabes que bajo la piel se esconde el cariño.- y dicho eso, y como todas las anteriores habían hecho, se coló por el hueco que había debajo de mi brazo y entró en mi casa. Finalmente, pude cerrar la puerta y me dirigí al comedor, donde estaban las tres sentadas en el sofá esperándome. Gabbie y Zoe comían a cucharadas chocolate derretido en un bol mientras Mel miraba su móvil moviendo de un lado a otro sus hábiles dedos, enviando y recibiendo mensajes sin parar que llegaban con leves y estridentes pitidos.

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