Capítulo 37

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Sus ojos estaban fijos sobre mis movimientos de manera hambrienta y codiciosa. Notaba como mi cuerpo temblaba y como mi interior deseaba gritar y pelear para conseguir salir de aquella macabra habitación, pero cualquier movimiento se congelaba antes de siquiera ser ejecutado. Su repentina aparición me había dejado tan descolocada que no era capaz de pensar nada coherente mientras notaba como la distancia cada vez era menor entre nosotros.

    -¿Qué está pasando aquí?- interrogó una voz de manera brusca desde el umbral de la puerta, trayendo con su pregunta el sonido de la vida y la fiesta que transcurría fuera de aquellas paredes opresoras.

    -Todo genial, amigo. Mejor que bien.- aseguró el tenebroso hombre frente a mí sin apartar sus ojos de mi cuerpo y manteniendo mi vista oculta de la persona que podía ayudar y acabar con aquella terrible situación.

    -¡No!- exclamé logrando que los iris del hombre chispeasen rojos de ira- No te vayas. No conozco a este ser y quiero salir de aquí- rogué con fuerza mirando decidida al hombre que desprendía rabia por cada uno de sus poros.

    Jódete.

    Odiaba sentir miedo, mas era una sensación inevitable en el cuerpo. Sin embargo, después de los largos minutos que se me habían antojado angustiosos y aterradores en aquel cuarto, por fin veía una salida al alcance de las puntas de mis dedos.

    -Sal de esta habitación y vete de esta casa.- ordenó el chico desde la puerta con tono amenazador- Los hombres como tú sois una completa vergüenza para la humanidad.- escupió con enfado mientras su voz se aproximaba y se escuchaba el eco de sus pasos irrumpir en la estancia y caminar directo en nuestra dirección. Una mano se asomó desde detrás de mi pesadilla y se agarró sobre el hombro ancho del hombre, girándolo en un movimiento brusco y logrando que finalmente viese al dueño de la voz. Era un chico de cabello negro como el azabache y de ojos rasgados. Sus labios rojos como la sangre brillaban bajo la luz blanquecina que alumbraba cada rincón del cuarto.- Largo. -rugió con decisión frente al rostro paliducho de quién hacía unos segundos atrás había relucido con brío. La atención del acosador se centró en mí una última vez con el anhelo y la desesperación reluciendo con furia tras sus pupilas.

    -Nos volveremos a ver, zorra- afirmó mirándome de manera fija y garantizando con una advertencia el inevitable encuentro que se encargaría de volver a provocar entre nosotros.

    -No hoy, pedazo de mierda.- susurré viendo como su figura se encogía ante la mirada inquisidora del chico que lo observaba de manera amenazadora y apremiante.

    Me fije en sus labios otra vez perdiéndome en el brillo húmedo que resplandecía bajo la luz, y un leve cosquilleo invadió la parte frontal de mi cabeza.

    Yo he visto a este chico antes.

    La sala pareció cambiar de atmósfera en el mismo segundo en que el acosador abandonó la habitación, y con suerte mi vida, de una manera definitiva. El ambiente se relajó y el olor profundo a suciedad y sudor que se había respirado se convirtió en uno suave y ligero que calmó mis pulmones y relajó todo mi organismo. Cerré los ojos con fuerza y suspiré aliviada y complacida por haber escapado una vez más de mi pasado cuando este había intentado tragarme.

    En cuanto los abrí de nuevo, la claridad me irritó los ojos mientras mis orbes se clavaban inevitablemente en los finos ojos amarillos que me miraban con preocupación y curiosidad.

    -Menuda casualidad que te encuentre justo aquí- admitió con una sonrisa mientras se acercaba a mi cuerpo- Pero primero lo importante, ¿estás bien? ¿Te ha hecho algo ese desgraciado?

    -No, no, tranquilo, estoy bien. Aunque la verdad es que si estoy bien es gracias a ti, no sé qué habría pasado si no llegas a aparecer para hacerlo huir. Este puto asqueroso no se rinde fácilmente y estaba tan nerviosa que no era capaz de reaccionar y darle un buen puñetazo...- me quejé notando como el estrés desaparecía finalmente por completo de mi cuerpo.- Y, de verdad que lo siento, pero... ¿Te conozco?- dudé notando como el cosquilleo familiar aumentaba a medida que más tiempo mantenía mi mirada sobre él.

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