Respiré con ansia una profunda bocanada de aire una vez los vívidos recuerdos se apartaron de mi cabeza dejándome con la espalda pegada contra la pared del pasillo de mi casa.
Durante unos instantes el olor familiar y conocido que cubría el lugar logró que olvidase todo y que me sintiera levemente desorientada. Estaba en casa sí, pero ya no era mi casa.
Sacudí mi cabeza con solidez y con pasos pesados me dirigí hasta la habitación de mi madre, la cual se encontraba al final del pasillo contrario de donde estaba la mía. Sujeté la fría perilla de la puerta entre mis dedos antes de girarla sobre sí misma y empujar con lentitud hacia el interior de la estancia. Los engranajes chirriaron mientras la visión del cuarto de mi madre se abría paso iluminado por los haces anaranjados de las farolas de la calle. El olor a su colonia fresca me inundó las fosas nasales logrando que mi estómago se retorciera bajo la culpa y el dolor. Apreté el interruptor de la luz y la iluminación blanquecina cubrió toda la estancia mostrándome el impoluto cuarto frente a mí. La cama estaba hecha, la mesilla de noche completamente despejada y en el pequeño escritorio que se encontraba a un lado de su gran ventanal solo había una pila de cuatro libros acumulados unos sobre los otros y la caja de música que le había regalado unas pocas semanas atrás.
Mi cuerpo se estremeció con violencia ante el cambio tan radical que había sufrido mi vida en apenas unas horas, mas no podía volver a hundirme en mis recuerdos. Debía irme lo antes posible y no únicamente debido a la urgente necesidad por cumplir la orden de mi padre, sino por mí; yo quería huir y desaparecer de aquel lugar, de aquella realidad cargada bajo el peso del dolor y de la sangre. Sabía que era un sueño idealista pensar que el simple hecho de poner distancia entre Barcelona y yo iba a solucionar algo, sin embargo, no tenía ninguna opción mejor por la que decantarme.
Abrí las puertas del armario caoba que decoraba el cuarto de mi madre y me senté sobre mis rodillas antes de empezar a sacar las cajas que ocupaban el suelo del mueble. Había cajas con zapatos y ropa de verano, otras que guardaban adornos de fiestas de cumpleaños y algunas con bolsos que hacía años que no utilizaba.
Ni volverá a hacerlo.
Ignoré a mi cruel subconsciente y dejé todo el suelo del armario despejado antes de apoyar mis manos en la pared de madera frente a mí; al posarlas la parte baja de esta se deslizó hacia un lado dejando a la vista un pequeño hueco en el que había resguardada una caja metálica. La saqué y me sorprendió el gran peso de esta, aunque deduje que el peso era debido al material de la propia caja en sí y no tanto del contenido en su interior. La caja no tenía ningún tipo de adorno ni de seguridad y en cuanto levanté la tapa todo su contenido quedó al descubierto frente a mis ojos.
-¿Qué mierda?- vacilé con incredulidad agarrando un fajo de billetes lilas de quinientos euros que estaban sujetados con una cinta de papel que tenía escrito sobre ella y con tinta verde "10.000" -No puede ser...- negué recordando todos aquellos momentos en los que mi madre se había quejado de que íbamos justos de dinero al tener que pagar la casa nueva, la carrera de mi hermano y mis estudios. Aparté el fajo de billetes a un lado al ver que cubriendo el tope de la caja había una carta en un sobre blanco reluciente, lo que indicaba que era reciente. Al darle la vuelta mis ojos se abrieron con amplitud debido a la sorpresa. Mi corazón se agitó al ver como la letra de mi madre había trazado "Alia" en el dorso del sobre. Abrí la carta con necesidad y desesperación mientras desplegaba la hoja frente a mis ojos.
Anhelaba eso, unas últimas palabras de la mujer a la que más había amado en el mundo. Anhelaba un "adiós", o tal vez un "hasta que nos volvamos a ver".
Empecé a leer notando como la respiración se me aceleraba debido a la pesada aflicción que me recorría las venas ante la visión de la oscura tinta plasmada sobre aquella hoja.

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El juego.
Teen FictionEl lugar equivocado en una fría y solitaria noche de invierno. Una chica perdida entre las desoladas calles. Una banda. Unos hipnóticos ojos verdes. "-...pese a que tú no lo creas estoy seguro de que este mundo del que huyes te pertenece mucho más d...