Me sentía como en el infierno. Hacía mucho calor, demasiado calor. Mi oreja ardía bajo unas continuas oleadas calientes que pasaban rozando sobre la fina piel de mis párpados. Gruñí restregando mi cara contra la piel suave y caliente del dueño de tales respiraciones. Froté una vez más mi mejilla contra aquella dura superficie aterciopelada antes de caer en la cuenta de que estaba recostada sobre una anatomía ajena. Más específicamente un pectoral ajeno. Para acabar de detallar, el pectoral desnudo izquierdo de Víctor.
-¿Qué mierda?- susurré un poco desorientada y desubicada al despertar en aquella habitación burdeos, en ropa interior y al lado de un Víctor profundamente dormido que dejaba caer sus calientes exhalaciones sobre mí.
Una vez que la capa espesa de la somnolencia había dejado de emborronar mis recuerdos de la noche anterior y pude recordar con claridad todo lo acontecido hacía escasas horas, mis ojos se abrieron con incredulidad y sorpresa.
-Oh, mierda- gruñí mientras apretaba mis párpados con agitación y nervios. Esperé durante unos segundos con los ojos fuertemente cerrados, esperé tantos segundos que estos acabaron formando largos y pesados minutos que se hacían interminables ante la espera de una incomodidad e inconformidad conmigo misma que en ningún momento llegó.
En mi mente se rememoraron todas aquellas veces en las que había despertado desorientada, todavía borracha, malhumorada, insatisfecha, decepcionada, triste y asqueada con mi cuerpo en camas, sofás, jardines, baños y otras estancias de casas ajenas en las que se organizaban fiestas de descontrol y en las que ese desahogue de mi vida diaria se hacía presente mediante relaciones sexuales esporádicas y más o menos intensas con cualquier persona que se presentase frente a mí. En aquellos instantes, jamás había tenido que esperar ni siquiera un par de segundos para sentirme vacía y sucia, para sentir que mi cuerpo había sido usado y ensuciado sin cuidado por manos extrañas e indebidas que solo pretendían poseerme y romperme sin darle importancia a sus acciones o a como quedaba yo después de ellas. Siempre volvía a casa con la sensación de haber perdido una parte de mí misma entre los brazos y las caricias nocturnas de desconocidos y desconocidas pasajeras que habían pasado por mi vida solamente de forma temporal para satisfacerse a ellas mismas. Después me duchaba para intentar quitar la suciedad que sentía en mi interior frotando con fuerza en mi exterior, como si de alguna manera haciendo sangrar y enrojecer mi piel pudiese purificar mi alma.
Sin embargo, noche tras noche, con mi cuerpo y mi interior cada vez más dolido, dañado y ensuciado, volvía a salir y a enrollarme con cualquiera para poder olvidar y tener otras sensaciones que querer borrar de mi recuerdo y de mi anatomía. Eran distracciones que me evadían de la realidad y que pese a todas las sensaciones horribles que me hacían sentir me ayudaban a olvidar y a centrarme en otras emociones que no fuesen la tristeza que quería conseguir dominarme y paralizarme por completo.
En cambio, ahora no quería olvidar nada.
Poco a poco los recuerdos de la noche se iban abriendo paso por mi cabeza, iban apareciendo repartiendo de nuevo las sensaciones sentidas la noche anterior bajo las manos del ojos verdes como si este las volviese a pasar por todo mi cuerpo. Podía recordar cómo su boca se había amoldado a la mía de una manera en la que nunca antes había sentido; había notado una gran corriente eléctrica recorrer todo mi interior cuando sus belfos acunaron los míos en un beso tan cálido y protector que me había hecho dejar de respirar por la cantidad de emociones que recorrían mi anatomía. Sus manos habían acariciado suavemente mi cuerpo como si tratara con un animal asustadizo que podía huir en cualquier segundo y ante cualquier movimiento brusco o tosco, y aunque Víctor no lo supiera, en el momento en el que sus labios blandos y firmes habían tocado los míos no había ninguna opción ni circunstancia que hiciera que mi boca dejase de besar la suya.
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El juego.
Fiksi RemajaEl lugar equivocado en una fría y solitaria noche de invierno. Una chica perdida entre las desoladas calles. Una banda. Unos hipnóticos ojos verdes. "-...pese a que tú no lo creas estoy seguro de que este mundo del que huyes te pertenece mucho más d...