Capítulo 25

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-Esto está muy bueno- gimió mi hermano mientras mordía la empanada casera en la que habían estado trabajando las adultas desde antes de que yo llegara.

    -Demasiado bueno- lo secundó Jacobo mientras con sus labios envolvía la empanada simulando un beso suave y romántico.

    -Jodidamente bueno- asentí mientras mordía pequeños trozos para disfrutar el sabor durante más tiempo. Llevaba tres trozos y sentía que podía morir comiendo de aquella delicia y que pese a ser la muerte la que me llevará esta sería la más dulce y placentera de todas.

    -Modera tu vocabulario, Alia- me regañó mi madre mientras comía con cuchillo y tenedor, y con una tranquilidad exasperante, de aquel gran manjar pecado para los mismos ángeles que entre las tres habían creado.

    -¿Qué habéis estado haciendo Alia y tú, Jacobo?- el moreno abrió con lentitud la boca mientras que yo intentaba retener con dificultad una tos producida por la sorpresa de la pregunta y que había causado que un trozo de cielo quedará atrapado en mi garganta. Nadie en aquella mesa sabía que Jacobo y yo nos acostábamos desde hacía años. Lo habíamos llevado tan en secreto que muchas veces hasta a mí me costaba recordar que él había sido mi primera vez en el sexo. Solamente el círculo formado por mis tres mejores amigas sabía que la primera vez con un chico la había experimentado con aquel adonis griego por el que habían babeado al conocerlo y no con el "novio" entre fiestas que había tenido después de la muerte de mi padre.

    Y, sin duda, nuestras familias estaban muy lejos de saber, o de simplemente imaginar, que sus dos hijos eran más que amigos y que follaban cada vez que podían. Estaban lejos de saberlo porque ninguno de los dos queríamos formalizar nuestro estado libre frente a ellos, sabiendo que no iban a entender nuestra no relación, y porque teníamos miedo de que nuestros simples revolcones pudiesen acabar por convertirse en un conflicto entre familias.

    -Le he estado enseñando el folleto de la universidad a la que iré el año que viene- mintió sin dificultad después de unos segundos en silencio en los que fingió masticar, tragar y digerir comida que en realidad no tenía en la boca. Su padre y su madre le sonrieron con el orgullo plasmado en sus rostros mientras que Alex se giró en un milisegundo para encararlo.

    -¿A qué universidad irás?- le interrogó con curiosidad y dejando que el brillo de los recuerdos relucieran en sus ojos. Alex estudiaba con completa devoción y dedicación su carrera y estaba claro que quería ver a Jacobo tan complacido y satisfecho por su elección como lo estaba él. Porque no hay peor sensación para un estudiante que la de saber que ha elegido mal su formación y que o bien debe afrontar su error o la infelicidad de continuar con unos estudios indeseados.

    -Voy a quedarme aquí. Iré a la Universidad de Barcelona, al edificio de derecho, que es la carrera en la que me he inscrito y en la cual me han aceptado.

    -¿Derecho?- cuestioné mientras mis ojos se ampliaban debido al asombro. Pues aunque Jacobo siempre había sido un justiciero ante los problemas y un defensor de los débiles, desde pequeño había asegurado que haría ciencias empresariales, como su padre.

    -He decidido que era hora de empezar a decidir por mí mismo- aseguró mientras dos chispas resplandecían detrás de sus pupilas negras y ampliadas debido a la anticipación ante el futuro.

    -Estoy muy orgullosa de ti- aseguró mi madre con una gran sonrisa cargada de afecto y reconocimiento, como si Jacobo fuese un tercer hijo para ella.- Ha estado todo delicioso y es una pena que el tiempo pase tan rápido, pero será mejor que nos vayamos porque si no se nos hará muy tarde.

    -Sí,- aseguró Elisa mientras apilaba los platos que Carlos iba recogiendo de la mesa- es hora de ir haciendo un pensamiento.

    -¿Cómo?- dudé confundida sin entender por qué nos íbamos. Hasta hacía quince segundos tenía en mi cabeza completamente asegurada la idea de que nos quedaríamos a dormir en aquel piso, no que íbamos a pasar la noche en nuestra casa.

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