Cuando llegué a casa la noche se cernía oscura sobre mí recordándome que no era más que una niña perdida a altas horas de la madrugada. La puerta estaba entreabierta y nada más puse un pie en el interior me di cuenta de que todo estaba en su lugar correspondiente, nada movido o robado. Pero, a pesar de eso, yo sabía que las cosas habían cambiado de manera drástica y para siempre.
-¿Zoe?- llamé aunque ya sabía que la única respuesta que obtendría sería la del silencio recorriendo de forma densa y con sigilo por las paredes de mi casa. Y parte de mí se alegraba de estar completamente sola después de todo lo vivido, porque lo último que necesitaba era perder o causar daño a otra de las personas que quería.
Todo se había ido a la mierda y, pese a que estaba en mi casa y pese a que subía las escaleras que había recorrido en repetidas ocasiones para llegar hasta mi habitación, no me sentía más que una desconocida o una intrusa penetrando en aquel hogar.
Había perdido toda la fuerza y la energía de mi cuerpo entre las paredes de aquel impoluto y luminoso almacén, y aunque sintiese que cada célula de mi cuerpo se moría agónicamente en mi interior debía hacer lo que mi padre me había dicho.
Papá
Una leve chispa de emoción se despertó en mi interior al recordar la figura pelinegra de mi padre de pie a tan solo unos metros de distancia de mí. Casi se había sentido parecido a un sueño o a una alucinación causada a raíz de todo el dolor y el sufrimiento que había padecido en aquel almacén. Durante unos segundos me convencí a mí misma de que había perdido el conocimiento y estaba recordando a mi padre en aquellos duros momentos para encontrar protección y seguridad antes de volver a la fría y cruel realidad. Pero en cuanto sus brazos se cerraron con fuerza a mi alrededor supe que todo era real.
Los recuerdos me pegaron con brutalidad consiguiendo que mi respiración se trabase y me viese obligada a apoyarme contra la pared a mis espaldas para encontrar algo de estabilidad.
. . .
-¿Papá?- vacilé mientras el arma en mi mano temblaba y acababa por impactar con un sonido sordo y metálico contra el suelo.
Esto no puede ser real. Estoy delirando, me he vuelto loca.
-Sí, estoy aquí, reina. Nunca me he ido- musitó acercándose hasta mí con pasos lentos para apretarme con firmeza entre sus brazos logrando que hundiera mi cabeza contra su pecho. Su robusto aroma me absorbió por completo haciendo que durante unos instantes olvidase todo lo que había sucedido. Por unos momentos imaginaba que solamente éramos él y yo de nuevo.
-Pero... Pero... Tú... ¿Estás muerto?- vacilé con duda al volver en mí sin saber si la persona que tocaba, olía y sentía contra mi anatomía era real o una mala pasada que me estaba creando mi traumatizada y rota cabeza.
-Todo es muy complicado, Alia, era o bien fingir mi muerte o poneros a vosotras en peligro. Lo siento mucho, cariño. Te aseguro que todo tiene una explicación...- manifestó con pena contra mi cabeza. Notaba como un leve enfado burbujeaba en mi interior queriendo crecer y exteriorizarse ante la insuficiente y banal excusa que acababa de dejar en el aire, mas no podía hacerlo. Estaba agotada emocionalmente y además de eso acababa de perder a mi madre frente a mis ojos y de ganarme el odio de mi hermano, lo único que necesitaba en aquel momento era sentir durante unos instantes a mi padre otra vez. Sentir que aún me quedaba alguna familia en la que refugiarme.
Porque al final, aunque de una manera diferente a la que él había planeado, Coronado había conseguido lo que quería: me había arrebatado a todos mis seres queridos y el amor y el apoyo que estos me brindaban con un único golpe.

ESTÁS LEYENDO
El juego.
Roman pour AdolescentsEl lugar equivocado en una fría y solitaria noche de invierno. Una chica perdida entre las desoladas calles. Una banda. Unos hipnóticos ojos verdes. "-...pese a que tú no lo creas estoy seguro de que este mundo del que huyes te pertenece mucho más d...