Capítulo 24

3K 133 26
                                        

-Me parece casi ofensivo que me obligues a poner una película y te quedes dormida- increpó Zoe mientras de fondo y atravesando la capa de niebla que producía el sueño en mi mente empezaban a llegar a mis oídos los sonidos de las espadas chocando. La voz del que había sido mi amor platónico desde los cinco años cuando lo había visto sucio, borracho y maldiciendo me sacó de mi ensoñación y me despertó por completo.

    "Nunca me arrepiento de nada. Jamás."

    ¿Acaso era el mesías que iba a guiar mi vida por el buen camino?

    Al escuchar su amena charla demostrando su devoción por el ron decliné la idea. El ron era el alcohol que menos me gustaba, sabía rancio, amargo y me dejaba la garganta seca.

    No habían pasado ni veinticuatro horas desde mi gran decepción y hundimiento debido a la banda de ladrones y a la gran jugada que se había marcado Víctor con mis sentimientos, que ya había llegado a mi límite. No iba a permitir que nadie me dejará por los suelos de nuevo. Había pasado por muchas cosas malas durante el último año, cosas tan malas que me hacían estremecer y querer hundirme en la miseria simplemente al recordarlas. Había pasado por las peores experiencias que alguien podía vivir con solamente diecisiete años; en tan solo unos meses mi vida había dado un giro radical que había conseguido dejarme en mis peores condiciones tanto físicas como mentales. 

    Después de haber pasado por todo aquello, una simple banda de "raros" ladrones de millones de euros no iban a conseguir volverme a meter en la espiral oscura de la que había conseguido salir hacía unos pocos meses. Un chico había jugado con mis sentimientos y eso no se compraba con lo que ya había vivido.

    Nadie iba a ser capaz de someter de nuevo al alcohol y a los vicios a Alia Holland. Nadie. Nunca más. Yo era la única que podía controlar mis acciones, nadie lo podía hacer por mí u obligarme a volver al estado aletargado y casi irreal que ni sentía ni padecía absolutamente nada. El punto final a esa etapa lo había puesto para no volver jamás.

    -Sabes que amas estas películas.

    -Me gustan sobre todo cuando sale la otra protagonista.

    -Desde que has asumido quién eres te veo más ligera y contenta, Zoe. Es algo que me alegra de verdad. ¿Acaso se lo has dicho a tus padres?- pregunté ilusionada de que la felicidad de Zoe se debiera a su aceptación propia y a la de su familia. Personalmente no creía que tus gustos sexuales tuviesen que ser aceptados por nadie ni juzgados, pero lamentablemente estamos en una sociedad que se cree con el derecho de decidir y poder opinar sobre aspectos propios tan personales como el sexo de con quién decides acostarte y compartir tu vida. Cuando la cara de Zoe palideció aún más logrando que sus orbes oscuros parecieran negras lagunas de oasis en medio de dunas de arena blanca, supe que Zoe solamente podía ser libre conmigo, que sus verdaderos sentimientos seguían ocultos ante personas tan importantes como podrían ser un padre y una madre para una adolescente perdida y confundida.

    -Todavía no se lo he podido decir. Mi padre está de viaje de negocios en Dinamarca y vuelve dentro de varios días, aunque aún no lo sabe con seguridad. Mi madre se pasa el día de malhumor y encerrada en su oficina, no sé si eso hace la situación mejor o peor. Quisiera poder simplemente sonreírles y decirles la felicidad que me llena ahora que sé quién soy verdaderamente, que por fin me he encontrado y me conozco a mí misma. Pero toda mi alegría se esfuma en cuanto pienso en sus miradas de repulsión y decepción. La sociedad parece que ha evolucionado, pero ante la homosexualidad, tanto masculina como femenina, las mentalidades siguen siendo escépticas e irrespetuosas. Y a mí no me importa recibir malas miradas o comentarios ofensivos de personas desconocidas si en un futuro voy con mi novia de la mano por la calle o si le doy un beso... Pero no podría soportar ver como mi propia madre o mi padre me rechazan.

El juego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora