Capítulo 21

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-Siempre logras de una manera u otra conseguir liarme, cambiar de tema y distraerme- me quejé con mi cabeza recargada contra la suya. Mis piernas estaban colocadas una a cada lado de sus caderas mientras el ajustado vestido se había subido por mis muslos tapando justo el inicio de mi ropa interior. Al tener mi frente apoyada contra su mejilla su respiración lenta y calmada caía sobre mi rostro mientras sus manos se movían de una manera relajante y pausada por mi pelo; acariciando, formando círculos, peinando, disfrutando el tacto de mis cabellos entre sus dedos.

    Nadie me había abrazado antes de aquella forma tan suave y protectora. Mis contactos físicos con otras personas nunca habían salido de los ambientes de las fiestas y estos se sentían sucios y forzados una vez ya pasados. En cambio, entre aquel calor acogedor me parecía que solamente pasaban segundos mientras en la realidad corrían rápidos los minutos. Sentía que ese agarre era un hogar creado únicamente para mí entre sus brazos.

    -¿De qué tema hablas, bebé?- me preguntó restregando su nariz recta contra mi mejilla.

    -Que no me llames "bebé", idiota- refunfuñé sintiendo como realmente mis mejillas se sonrojaban ante el apelativo cariñoso. Una leve sonrisa quería salir contraria a mi intento de ceño fruncido. Gruesos y húmedos besos fueron repartidos por mis mejillas una vez el insulto llegó a penetrar en los oídos de Víctor.- ¿Lo ves?- señalé- Ya lo estás haciendo otra vez.

    -¿No quieres que te dé más besos?- susurró de manera ronca sobre la piel húmeda de mi cuello una vez había bajado el recorrido de besos hasta llegar a este, causando que un estremecimiento agradable recorriera mi cuerpo al notar su respiración pesada caer sobre la piel mojada. Sin poder contenerlo me mecí encima de su anatomía. Sus brazos envolvieron mi cintura y sus manos se dejaron caer de forma distraída rozando mi culo con las yemas de sus dedos por encima de la tela del vestido.

    -Sí quiero, sabes que sí. Pero también quiero que me des mi maldita recompensa por haber ganado aquella apuesta.- exigí abultando mi labio inferior e inclinando mi cuerpo hacia atrás alejando la cabeza de Víctor de mi cuello y logrando que volteara a mirarme con ojos divertidos y brillantes al ver mi actitud infantil.

    -No sabía que la chica dura, líder en su equipo en la liga infantil de baloncesto, tuviera este lado tan adorable y dulce.- se burló subiendo sus manos a la altura de mi rostro y pasando sus pulgares por mis mejillas haciendo círculos con dichos dedos sobre estas y repartiendo calor por el lugar donde sus yemas rozaban.

    -¿Cómo sabes que era la líder del...? ¡No, para! ¿Lo ves? ¡Lo has vuelto a hacer!- protesté mirando resignada hacia el techo y profundizando el indignado cruce de brazos que se había formado debajo de mi pecho. No pude evitar recordar con un leve sentimiento de nervios instalado en la boca de mi estómago, aquel primer encuentro con Víctor y todo el resto de miembros de la banda; cuando me habían retado a un juego simple de baloncesto para garantizar mi entrada en la banda o ante la pérdida una consecuencia que agradecía no saber. ¿Desde hacia cuánto Víctor sabía que yo no solamente era buena en el baloncesto sino que había llegado a ser la mejor de mi curso?

    Estaba claro, Víctor lo había sabido desde el principio, lo que me hacía preguntarme:

    ¿Hasta qué punto sabía el rizado de mí y de mi pasado?

     -Vale, bebé. Era una broma. Venga, reclama tu premio- exclamó sonriente para luego abultar sus labios y cerrar sus ojos, esperando a que un fuerte beso se dirigiera hacia estos. Su boca me hizo reír causando que este abriera uno de sus ojos confundido y me mirara con curiosidad mientras el otro permanecía oculto bajo la fina piel de su párpado.

    -Quiero...- fingí pensármelo mientras pasaba una de mis manos por mi barbilla y me acercaba de manera lenta hacia su rostro hasta rozar mi nariz contra la suya- Saber tu apellido- anuncié sonriente y decidida alejándome de la tentación entre los labios entreabiertos del rizado. Pude apreciar como en los brillantes ojos de Víctor se escondía algo, algo oscuro bajo el verde reluciente y la aparente normalidad. Entonces caí en la cuenta de un detalle bastante claro y grande que no había tomado en cuenta hasta aquel momento y que me hizo querer darme una palmada en la cabeza por descuidada y olvidadiza.

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