Capítulo 6. 911.

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Un auto negro se estacionó donde estaba el cadáver del hombre que maté. Sí, eso mismo. Maté a una persona. No importa si era un maldito, seguía siendo una persona, mis manos están manchadas con su sangre y juró que jamás me lo perdonaré.

Jonathan y yo estábamos escondidos detrás de un gran arbusto. Por suerte el hombre que trabajaba allí no vio la situación. Dos hombres de Ashir bajaron del auto negro, ambos vestidos iguales y con gafas negras. Miraron el cuerpo de su compañero tirado y lo patearon molesto. Me quejé y Justin me miró algo preocupado.

—No les importa la vida de nadie, Eda. —me murmura.

Yo simplemente asiento.

En eso el tío del autoservicio aparece asustado. Los dos hombres se miraron entre sí y luego al tipo asustado parado frente a ellos. Uno de los hombres lo tomó del uniforme y le dijo algo que Jonathan y yo no logramos oír. El asustado hombre negó con la cabeza muy rápido y se orinó en los pantalones. Al parecer algo de eso llegó a los zapatos del tipo que lo sostenía por el uniforme, ya que miró su zapato muy molesto y arrojó al uniformado al piso. Este al parecer le suplicó algo, pero mientras el segundo tipo reía como llena, el hombre con el zapato orinado tomó el arma y le disparó justo en la cabeza.

"No les importa la vida de nadie, Eda." repitió mi cabeza. Pero tuve que hacer un esfuerzo y tapar mi boca para no soltar un chillido que nos delate.

Ya no debería sorprenderte, Ed.

Jonathan volvió a mirarme preocupado, pero ya no podía mirarlo, simplemente seguí mirando la escena.

Los dos hombres hablaron algo entre ellos mientras que uno tomaba el teléfono. Habló unos minutos, luego miraron nuevamente en cuerpo de su compañero y se fueron.

—Dios mío... —trago saliva.

—Eda. —intenta hablar pero no lo dejo. Me levanto de allí y camino hacia los cadáveres de ambos. Jonathan me toma del brazo.— Debemos irnos.

-Jonathan, debemos llamar a la policía. —sigo observando ambos cuerpos horrorizada.

—¿Estás loca? No podemos llamar a la policía, nos perseguirían. —frunce el ceño y en serio me mira como si estuviera loca.

—No podemos dejarlos aquí, imbécil. —lo miro molesta.

—Ya están muertos, Eda. ¿También quieres que los sepultemos? Olvídalo y vámonos.

Pero yo no me moví.

—No me iré hasta que llamemos a la policía. —me cruzo de brazos como una niña pequeña.

—No digas estupideces y camina.

Pero sigo firme: —Dije... No.

Suspira pesadamente y se tira del cabello.

—¡Bien! Pero hazlo rápido y no digas tu nombre, deja descolgado el teléfono para que localicen el lugar y —saca algo de su bolsillo, como un pañuelo—, usa esto, no dejes huellas. —me lo pasa— Luego guárdalo, lo arrojaremos por allí cuando estemos lejos.

Asiento tomando el pañuelo y corro al autoservicio en busca de un teléfono público, por suerte para mi hay uno fuera de él. Hago lo que me dijo Jonathan y tomo el mango del teléfono con el pañuelo, y con la manga de mi camisa marco el 911.

-911...

Pero antes de que pueda decir algo hablo. Intento hacer otra voz porque se que graban estas cosas.- Ho... -no hay tiempo de saludar.- Hay dos cadáveres aquí... Estoy... Estoy muy asustada y no que sucedió.

Santa Mónica. - Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora