Capítulo 4. Clichés y desconfianzas.

3.5K 174 10
                                    

—Es... Guapo. —digo sonriendo.

Él frunce el ceño.

—¿Qué? —río.

—Eda, retira lo dicho. —gruñe.

Pongo mis putos ojos en blanco.

—¡Tú puedes coquetear con mi mejor amiga y yo no puedo decir que él tuyo es guapo! —le grito desaforada.

Jonathan no sabía que hacer, o si seguir enfadado o si reírse, digamos que su mirada estaba neutra.

—¿De qué cojones hablas? —intentó estar serio, pero vi esa pizca de diversión en sus ojos.

—Te vi, Jonatahn, los vi juntos. —levanto una ceja.

—¿A caso me está haciendo una escena de celos, señorita? —me imita e intenta no reír.

Celos. Oh, joder, ¡¿Le estás haciendo una escena, Eda?!

—¡Claro que no! —chillo como niña pequeña.

Se acerca un poco más a mi, pero demasiado. Estábamos cara a cara.

—Que te quede claro, Eda O'Brien que con Candice sólo estábamos hablando de ti.

Lo miro confundida. —¿Qué?

Jonathan ríe y besa mi frente tiernamente.

—Entre unos segundos antes de que bajes. Ella solamente me saludó y me preguntó si era Jonathan, luego me dijo que tu seguramente que estabas arreglando y que te esperara. —me sonríe— Luego ella me dijo que te molestáramos.

Frunzo el ceño y río: —¿Qué?

—Lo que oyes, nena. —acaricia mi cabello— Sólo estábamos molestándote. —ríe. Oh Jonathan, tienes una risa maravillosa.

—Oh. —digo simplemente.

—Ahora retira lo dicho. —frunce el ceño.

—¿De qué hablas? —río nerviosa.

—No te hagas la tonta, Eda. —gruñe.

—Jonathan, tú querías que hablemos. —aparto mi mirada— ¿De qué?

—Eda. —me advierte.

Entonces decido jugar con él un poco más. Quería probarlo para ver si en verdad son celos lo que le pasa, porque de verdad no se me ocurre otra cosa.

—¿Por qué debería retirarlo?

—Eda... —cierra los ojos cabreado.

—Pero es cierto... —miro el retrato de Simon— Es realmente guapo.

Entonces me acerco a su oído lentamente y susurro: —Pero tú eres más guapo.

Entonces veo como afloja y ahora está más relajado.

—Te olvidaste de sexy e irresistible. —dice en un tono ronco, mientras que siento su aliento en mi oreja.

—No, de hecho me olvidé de petulante y también egocéntrico. —río y me separo para poder ver sus ojo quien me miran con diversión.

Nos quedamos así por unos segundos. Mirándonos directamente a los ojos sin decir una sola palabra. Jonathan cada vez se acercaba más, hasta sentía su aliento cada vez más cerca.

Debo detener esto antes de que pase algo que no tiene que pasar.

Pero... Sus labios.

Joder, Eda, apártate.

Santa Mónica. - Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora