Capítulo 44. Sin sentido.

2.1K 113 10
                                    

—Hola, Eda. —me sonríe. Dios, había imaginado y recordado esa sonrisa tanto tiempo que ahora tenerla frente a mi es la gloria.— Y hola. —acaricia la pequeña cabeza de mi cachorra y ella lo disfruta.

—Esther. —este me mira con un hermoso brillo en los ojos— Tiene cara de Esther. —cito lo que me dijo en la carta. Él me sonrió nuevamente dejándome hipnotizada como una tonta. Entonces vuelvo a la realidad y me pregunto qué es lo que hace por esta zona.— ¿Qué haces por aquí?

Él bajó su mano y su mirada algo nervioso y volvió a verme:— Se que no me creerás si te digo que solamente pasaba por aquí.

—¿Me estabas siguiendo? —no me siento acosada, más bien me siento extraña.
Su silencio me lo confirma. No me sorprende que me haya seguido, pero no esperaba encontrarlo tan pronto.— Jonathan. —intento protestar pero el me interrumpe.

—Cuando traje a Esther decidí quedarme por aquí. Simplemente quería ver como estabas. —me mira con sus hermosos y tristes ojos miel. ¿Cómo enojarme con este hombre? Si es lo más adorable que hay.

—Creí que Candice te informaba eso. —aparto mi mirada y veo a Esther que está mordiendo y jugando con mi dedo índice muy entretenida.

—Necesitaba verte en persona.— dice pareciendo arrepentido. También tenía ganas de verlo, pero se que esto es algo que me hace mal— Te extraño. —acaricia mi rostro y corre un mechón de pelo colocándolo detrás de mi oreja. No sabía si besarlo o golpearlo, o besarlo y luego golpearlo. Joder, yo también lo extraño.

—Pero no me darás explicaciones, ¿Verdad? —aparto mi rostro y él deja caer su mano a un costado rendido.

Él no dice nada, y en ese momento mi móvil comenzó a sonar. Lo tomo y veo en la pantalla que dice Nicolas. Oh, me había olvidado que nos dimos nuestros números.

—¿Quién mierda es ese? —él gruñe y me doy cuenta de que estaba mirando lo mismo que yo.

Ignoro la llamada de Nicolas y guardo mi móvil. Luego lo llamaría, realmente no es un buen momento. La mirada de Justin me aterra.

—Jonathan, yo no debo darte explicaciones. —sigo seria y firme. No necesito esto.

—Hace tan sólo algunos días que nos separamos, Eda, ¿Y ya estás viendo a alguien más? —dice con rabia en los ojos y en ma voz.

—No hables tonterías.— escupo molesta— Tú no puedes decir absolutamente nada sobre mi comportamiento. —él aprieta su mandíbula con fuerza— Y cómo me comporto o no es problema mío.

—¿Estás saliendo con él?— pregunta ignorando todo lo que le dije. Cosa que era obvia.

Supiro cansada: —No, Jonathan. Nicolas es sólo mi compañero, a penas lo conocí hoy. —no entiendo por qué le doy explicaciones.

Pareció relajarse más: —Vale.

—Joder, no se por qué te doy explicaciones. —digo en voz baja pero lo suficiente alto como para que él lo oiga.

—Porque aún sigues siendo mía, Eda. —me toma de la cintura haciéndome chocar contra su duro pecho. Esther por suerte no terminó aplastada. Mis ojos se salieron de orbitas y lo miré queriéndolo matar.— Y aún me amas. —joder, no puedo creer que está usando eso en mi contra.

—No. —intento apartarme de él pero no me lo permite— Ya no lo soy, dejé de serlo en el momento en que decidiste dañarme.

—Yo no quise hacerlo, Eda.— ajusta su agarre en mi cintura y me mira directamente a los ojos como queriendome mostrar su sinceridad— Nunca quise hacerlo.

Santa Mónica. - Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora