Capítulo 7. Into you.

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El viaje parecía no acabar más, estuvimos sentados en esa jodida moto por horas. Mi trasero ya dolía y a estas horas hace mucho frío en el desierto. Jonathan manejó por más de cuatro horas hasta que encontramos un Motel un poco descuidado, pero nos serviría para quedarnos mientras tanto.

—¿Si?— preguntó el sujeto que la recepción. Era un tipo gordo con barba y una camisa manchada de grasa, él típico tío que da asco y te mira descaradamente como si te comiera con la mirada, a lo que Jonathan le lanzó un gruñido para advertirle.

—Una habitación. —dice frío.

No quise protestar, ya que sólo estaríamos aquí para descansar un poco. Además porque al parecer Jonathan no está de su mejor humor y el jodido sujeto no quita sus asquerosos ojos de mis pechos.

—Habitación 34. —nos da la llave no sin antes lanzarme un asqueroso beso, a lo que yo respondí poniendo mi mejor cara de asco.

Entramos y era todo lo que imaginaba. Una cama matrimonial en el medio de la habitación con unos acolchados verde militar, unas almohadas algo amarillas y por lo que veo un cuadro de una pintura media extraña cuelga en la parte de arriba. A un costado hay un mueble un poco viejo con una tv que parece un microondas. En una de las esquinas hay una silla un poco vieja y en otra esquina hay un pequeño mueble con una lampara antigua. Después había una puerta donde supongo que está el baño, pero no quiero siquiera entrar. Este lugar si que es un sueño.

Jonathan tira las llaves de la moto sobre la cama y deja el arma en la silla, camina hasta el tv e intenta prenderlo, luego de un par de golpes lo logra. Se enciende pero todo se ve en blanco y negro. Típico.

Muerdo mi labio y camino hasta la que parece ser una incomoda cama y me siento. Me pongo a pensar en todo lo que ha pasado hoy y me entran ganas de llorar, pero no lo haría. Candice me dijo que siempre he sido la más fuerte y hoy debía serlo.

—¿Estás bien?—escucho su voz pero no lo miro. Oigo que arroja algo a la cama pero no le presto atención.

—Ya perdí la cuenta de cuantas veces me lo has preguntado. —sonrío a medias y suspiro.

—Y todas esas veces me has mentido. —siento su peso del otro lado de la cama.— Se que esto es confuso.

—¿Confuso? —río sin gracia— Esto es una completa mierda Jonathan, ¿Qué está pasando?— esta vez lo miro y noto que está sin camisa. Trato de no prestarle atención a sus abdominales pero se me hace casi imposible. Joder, se ve tan bien.

—Tú no deberías estar metida en todo esto, lo sé, no se como carajos te encontraron, seguramente me siguieron. —veo como sus músculos se tensan y tira de su cabello.

—Quienes.. —me acerco a él— ¿Quiénes son estos tipos, Jonathan? Se que te dije que no hacia falta que me lo cuentes y entiendo que no confíes en mi, pero ahora estoy metida en todo esto y tengo entender algunas cosas.

Me me mira unos segundos y su mano terminó por posicionarse en uno de mis muslos, pero no descaradamente, si no tierno, en su mirada se veía lo preocupado que se sentía. No quise ponerme nerviosa en un momento como ese, pero se me hacía casi imposible teniendo su mano allí.

—No quiero hablar de esto ahora, pero te prometo que no te sucederá nada, Eda. —al decir eso se levanta y camina hacia el baño— Me daré una ducha, puedes ponerte mi camisa para dormir así estarás más cómoda.

Lo miro incrédula con los brazos cruzados mientras él me da una última mirada y se encierra en ese jodido cuarto.

Tomo su estúpida camisa y comienzo a despojarme de mi ropa, me quedo en ropa interior y me pongo su camisa arriba. Me quedaba bastante grande, pero era solamente para dormir y estar cómoda.
Apago el tv y la luz de la lámpara, pero por alguna estúpida razón no podía dormirme. Decido levantarme y caminar hacia la ventana. Me cruzo de brazos y miro por ella pensando y pensando en qué es lo que está pasando y qué es lo que Jonathan me oculta.

Santa Mónica. - Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora