Capítulo 41. Palisades Park.

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Hace cinco días vengo recibiendo llamadas y llamadas de parte de Jonathan, por más que apague o silencie el móvil él no se detiene.
Sigo pensando en que las cosas pueden ser peor, pero en este momento mi corazón necesita sanar y el único que puede sanarlo es él. Pero eso no será posible.

Estoy tomando una copa de vino sentada en en el balcón del departamento. El día está perfecto para salir. El sol brilla y no hay una nube en el cielo. Las personas se ven felices desde aquí, mientras que yo me veo fatal.
Algo debía hacer, debería ir a despejar mi mente. Ya no puedo seguir encerrada. Debería salir y comprarme un lindo vestido como hacíamos con Candice cada vez que ella se sentía mal por pelear con Austin.

Me vestí casual, una falda azul con flores, una blusa de hilo de tirastes color blanca, una chaqueta de jean y mis airmax blancas, ya se comenzaba a sentir el frío de Santa Mónica.

Y cogí mi bolso decidida a salir de la cueva. Ya es suficiente. Necesito aire.

Tomé el bus rumbo a Palisades Park. Caminar me hará bien y es un buen lugar para comenzar mi día.

La gente parecía estar de buen humor, todas paseando y hablando entre sí. Es bastante reconfortante.
El aire es fresco y el sol hermoso. Realmente es un gran día. Unos niños estaban jugando y correteando por todos lados y eso llamó mi atención. Me senté en una banca y me quedé observando recordando mi infancia con Eric y Candice. Eramos niños muy traviesos, pero... Felices.

Una de las niñas estaba jugando con un hermoso cachorro dálmata hasta que este se soltó y comenzó a corretear por todos lados hasta llegar a mi. Sonreí y comencé a acariciar su pequeña cabeza. Él movía su cola muy feliz disfrutando de mis caricias.

—¡Tobby! —el chillido de la niña hizo que el cachorro se asuste y suba a mis piernas. La niña se acercó tímida hacia mi. Es una niña muy dulce. Lleva un vestido color rosa y en su mano izquierda una muñeca.—¡Tobby, ven! —el cachorro intentó esconderse pero no tenía escapatoria. Sonreí.

—Tiene miedo. —le explico dulcemente a la niña— Llamalo con cuidado y más despacio.

Ella asintió e hizo lo que le dije pero el cachorro lo único que hizo fue salir corriendo saltando de mis piernas al piso y correr en dirección hacia una persona que estaba parada.

—¡Tobby! —gritó la niña corriendo en busca de su mascota. Cuando levanté la mirada no lo pude creer.

Jonathan estaba acariciando el cachorro dulcemente mientras se lo entregaba a la niña. Ella le agradeció y corrió a buscar a sus amigos.
Me quedé inmóvil, no sabía para donde correr y él se estaba acercando a mi. Comencé a mirar para todos lados buscando alguna solución, ayuda, no lo sé.
Él sigue caminando hacia mi normalmente. Dios, se ve tan perfecto con esos shorts blancos y esa camiseta azul. Siempre luciendo hermoso.

Me levanto decidida a correr.

—¡No hagas esto! —corre detrás mio pero al verlo comencé a correr aún más rápido.

—¡Déjame en paz! —me caigo al piso ya que tropecé con una roca. Mis ojos se aguaron y ya no tenía fuerzas para levantarme. Mi corazón estaba hecho pedazos y creo que mi alma se había escapado de mi cuerpo. Sentía un huracán dentro mío, ¿A caso me había quedado algún rastro de ella? De mi alma. Todo se había vuelto confuso. Nunca me había sentido así. Todo ese amor, ¿Qué pasó con todo ese amor? Mi vida es un caos.

—Mi amor. —siento sus brazos rodearme, pero comienzo a gritar y patalear para que me suelte, pero no, él no lo hacía, se resistía. Estoy tan débil que no aguantaré mucho en resistirme. Hasta que... No aguanté más. Me desplomé en sus brazos.— ¿Sabes lo importante que eres para mi?

Santa Mónica. - Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora