Capítulo 55. Despedidas y promesas.

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Han pasado dos semanas de la muerte de Larry. Todos estamos debastados. Jonathan no deja de culparse en todo momento, hasta yo me siento culpable.
Entiendo sus razones, Larry sólo quería ser amado por alguien, pero esa no era la razón para hacer lo que hizo. Me hubiera gustado que lo hablara conmigo.

—¿Estás bien? —me acerco a Jonathan que estaba mirando por la ventana de nuestra habitación. Estaba con las manos en los bolsillos de su jean y sin camisa. Me acerqué por atrás y envolviendo mis brazos en su cintura lo abracé dulcemente inhalando su escencia fresca.
Suavemente acaricio su torso desnudo y muerdo mi labio sintiendo su corazón latiendo normal. Aunque él estaba ido y parecía angustiado.

Tomó mis manos y volteó un poco la cabeza cuando yo dejé la mía en su hombro.

Él suspira y me regala una cansada pero linda sonrisa.

—¿Eso es un sí? —le sonrío y él vuelve a mirar a la ventana. Cuando hago lo mismo puedo ver que está viendo el patio, y en el se encuentra Gracie jugando con Esther alegremente. Reía y corría por todos lados mientras Esther la perseguía, se ven adorables.

—Al menos se la ve feliz. —dice mientras ambos vemos como juegan.

—Si, al menos sigue siendo una niña. —mi sonrisa se borra al recordar que tuvimos que dormirla para que dejase de llorar. La muerte de Larry le afectó a todos, incluso a Gracie que a pesar de que no vio la tragedia que vivimos con Jonathan ella vio todo lo que vino después. El entierro fue duro y nadie ha sido el mismo desde entonces.

Mi madre ha intentado contactarse conmigo, quizás para darme el pésame o solamente para molestarme con algo más, pero mis ganas de hablar con ella siempre estaban en cero.

Desde esa desastroza tarde nadie ha vuelto a ser el mismo, pero de a poco las cosas van volviendo a ser normal. Will y Wanda salen a dar paseos para distraerse, los chicos se encargan de la mercancía y al mismo tiempo usan ese método para distraerse también, aunque el que nos preocupa es Kevin, ya que ha estado usando parte de la mercancía, no es que los demás no lo hagan, pero lo ha estado haciendo aquí, con nosotros en la casa y ha estado consumiendo más de lo necesario y Simon, Jonathan, Troy y Brad están demasiado preocupados.
Kevin y Larry se conocían desde muy pequeños ya que se criaron en el mismo vecindario y fueron amigos siempre, desde y hasta que se metieron en el mundo en el que ambos vivían.

Candice intenta distraerse con Gracie, a veces Brad y ella se la llevan a algún parque o a pasear en carro, también para que ella esté lejos de toda la tristeza que se siente en la mansión.

—Quiero que siga así. —suspira y toma un cigarro de su bolsillo y lo enciende— Ya la pusimos demasiado en peligro, Eda.

—Lo sé. —me alejo y me coloco a su lado mientras el le da una calada a su cigarro y expulsa el humo por la ventana— Jonathan. —apretó su mandíbula y probó otra vez su cigarro y recién allí me miró, algo dudoso—  Todo estará bien. —él me sonríe y yo acarició su mandíbula. Se que sólo me sonríe para hacerme sentir bien, pero no soy estúpida— Aunque no me creas.

—Si te creo, también lo sé, nena. —pone una mano en su bolsillo mientras que con la otra sostiene su cigarro.

—Vale. —veo que no tiene ánimos. Será mejor que lo deje a solas— Iré a vestirme.

Me alejo de él y camino hacia el armario, cojo lo primero que encuentro, y allí me pongo los zapatos y el vestido coral que cogí. Dejo mi cabello suelto y sin antes echarle la última mirada a Jonathan quien aún seguía perdido en sus pensamientos bajo a ver como está mi pequeña.

Salgo al jardín y veo que aún juega con Esther pero hay un problema.

—¡Eda! —grita Gracie al verme, pero antes de que pueda saltar sobre mi la detengo.

Santa Mónica. - Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora