Capítulo 9. Nudo en la garganta.

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—¡Me alegro que estés bien! —gritó abrazándome, y casi ahogándome.

—Candice, estoy bien, no exageres. —trato de zafarme pero ella no me suelta. Me está estrujando los intestinos.

—¡Desapareciste por dos días, maldita perra! —grita muy enojada.

—Lo sé, lo siento, ¿Si?

—Me debes una explicación, Eda. —se cruza de brazos y me sigue mientras yo entro a mi habitación para prepararme un baño que tanto necesitaba. El polvo del desierto no me hacia nada bien al cabello.

—Lo sé, pero que sea durante la cena. —al decir eso le cierro la puerta del baño en su cara.

—¡Eda Sky O'Brien! —me grita desde afuera mientras yo río.

El baño estuvo tan relajante. Era lo que necesitaba para reconfortarme. Pensar en todo lo que había pasado y analizar más las cosas. Jonathan aún me debe explicaciones al respecto. Cuando me ha traído aquí de vuelta no me ha querido dar ninguna, es más, se despidió sin mirarme y se fue.
No volvió a llamarme desde entonces, ni siquiera un mensaje para preguntar si estoy bien. Simplemente de esfumó.

Pasaron cinco días desde la última vez que lo vi. No volvió a llamar, no volvió a aparecer y no lo encontraba ni siquiera por casualidad en el muelle. Sé que Santa Mónica es muy grande y bastante poblada, pero no era imposible cruzarlo por casualidad. Tampoco he querido llamarlo, quizá por orgullo o por vergüenza. O quizás tengo miedo al rechazo, porque si no ha llamado, por algo es.

Austin nos invitó a una fiesta en la mansión de Jace, y aunque no tenía ánimos como en estos últimos cinco días tuve que aceptar, por el simple hecho de que Candice torturó mi diminuto cerebro todo el día para que asista. Que olvide a Jonathan y que seguro me divertiré.

Solamente con la condición de que yo eligiera mi outfit que consistía en una camiseta gris con el nombre ''Californication'' escrito y una falda negra con una abertura al costado. Lo combiné con una chaqueta negra de cuero, unas botas y ya estaba preparada. Me maquille y planche mi cabello dejándolo muy lacio.

—¡Te vez sensacional! —grita mi mejor amiga muy emocionada.

—Gracias, tu te vez magnífica. —sonrío y la observo. Llevaba una blusa de seda color rosa y un short negro junto con unas botas negras y unos grandes aretes rosas que le hacían juego. Se veía muy hermosa realmente, aunque todo siempre le queda hermoso.

En eso una bocina de coche se escucha desde fuera. Candice se alarmó y me indicó que salga que ella cerraba.

Pero lo raro fue que no era el coche de Austin. Era... Joder.

Me acerco a él: —¿Qué haces aquí? —trataba de no caerme por los jodidos nervios.

El me observa de arriba hacia abajo con una sonrisa en su rostro. Agh, egocéntrico.

—Vine por ti. —anuncia sin más.

—Pues, me temo decirte que no estoy disponible. —me cruzo de brazos. Me sentía insegura llevando lo que llevo puesto. La falda y las botas me hacían unas piernas largas y bien torneadas y la camisa dejaba ver un poco de mi abdomen. Además que la mirada acosadora de Jonathan no ayudaba mucho.

Cuando reacciona al fin, frunce el ceño y me mira molesto: —¿Cómo es eso?

—Si no te has dado cuenta —bajo mi cabeza indicándole que mire mi vestimenta—, me voy.

—¿A dónde? —aún tenía el ceño fruncido.

—A una fiesta. —pero esa no era mi voz, si no que la de Candice que se unió a nuestra conversación— Y si nos llevas puedes ir.

Santa Mónica. - Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora