Capítulo 32. Culpa.

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El GPS de Zafiro me indicó el camino, estacioné en la entrada del maldito lugar y al instante los guardias se alarmaron. Rodearon mi coche y yo bajé al instante levantando ambas manos.

—Tengo que hablar con Giovanni.

Terreno peligroso, Ed, ¡¿Qué cojones haces?!

Uno de los hombre habló algo en italiano por un radio mientras yo miraba a mi alrededor a todos que me apuntaban con sus armas mucho más grandes que la mía que llevaba en mi cintura.

Uno de los hombres se acercó a mi mirándome como si buscara algo: —Guns? tutto quello che di consegna avete.— me preguntó, pero no entendí una mierda que me dijo —Guns?— esta vez me gritó.

—¡Que no hablo Italiano, idiota!— le grito yo muy molesta. Él hombre frunció el ceño como si tampoco entendiera lo que decía.

—Egli non parla la nostra lingua, Arturo.— dice otro apuntándome con la cabeza. Este que me estaba hablando a mi lo miró y asintió con la cabeza.

—¡Eda! —la asquerosa voz de Ashir que ya conocía invadió mis oídos, no pude evitar hacer cara de asco ante su presencia— ¿Qué te trae por aquí? —los hombres le abren paso y él camina hacia mi— Mettere da parte le armi, signori. —se dirige a sus hombres y ellos bajan sus armas.

—Quiero hablar con Giovanni. —le digo rápidamente— Ahora.

—Vale, sólo debo ver si mi jefe quiere recibirte. —sonríe como un idiota mientras toma una radio— Dio il boss che Miss Eda O'Brien vuole vedere. —del otro lado un tío le contestó también en Italiano y las puertas de metal comenzaron a abrirse.— El jefe la espera. —me guiña un ojo el maldito asqueroso — Accompagnare la signorina.— le dice a sus hombres y dos de ellos me escoltan hacia la puerta de la gran mansión.

A paso firme camino siguiendo a los dos idiotas grandullones que me guían. Al llegar a la puerta de la gran mansión un hombre vestido de la misma forma abre las grandes puertas dejándonos entrar.

—¡Eda! —la voz de Giovanni me asustó por completo, pero no lo demostré. Seguía seria y firme— ¡Qué agradable sorpresa! ¿Quieres al...— lo corto:

—Vamos al punto, Giovanni. —apoyo ambas palmas sobre la mesa de roble en la que él y dos hombres más están sentados. Desde lejos puedo ver como su hija Dianora está discutiendo con alguien más pero no les presto atención.— Ya se absolutamente todo y quiero que me digas qué es lo que quieres.

—Ya sabes lo que quiero, Eda.— gruñe.

—¡Mientes! —grito golpeando la mesa con mis manos. Los hombres de Giovanni se alarmaron e intentaron sacar sus armas pero él les hizo una seña para que las guarden— Sabes que Amanda Williams tiene la estúpida joya.

Su mandíbula se tensa.

—Se que es tu ex esposa, Giovanni y que seguramente ambos están juntos nuevamente porque la maldita cazadora mandó a atacar a Jonathan y me secuestró. —le arrojo molesta. Giovanni me mira atentamente sin decir una palabra— Por lo que veo la joya ya la tienes y no es lo que quieres.

—No hablo con Amanda hace años. Ni siquiera sabía que estaba en el país. —dice serio mirando hacia la ventana que estaba a un lado.

—¿Qué? 

—Lo que escuchaste, Eda.— dice entre dientes. Aunque lo miré con demasiado recelo él parecía estar diciendo la verdad porque en cuanto su nombre salió de mi boca él pareció muy sorprendido.

—Escucha —pero antes de que pueda decir algo mi móvil comenzó a sonar. Era Simon. Rechacé la llamada pero al instante volvió a sonar.

—Contesta, tranquila. —dice Giovanni cuando al parecer el sonido incesante de mi teléfono lo molestó.

Santa Mónica. - Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora