Capítulo 24. El ático.

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Un grito muy eufórico de la que estoy segura que fue Candice se oye desde arriba. Subo corriendo las escaleras muy asustada y la veo envuelta en una toalla saliendo de un cuarto de baño.

Ella me mira muy molesta mientras mis ojos están en blanco tratando de que la bestia que está frente a mi no me desgarre los intestinos.

—¿Qué sucede? —pregunto inocentemente. Ella abre sus ojos mas grandes que los míos, casi se le salen de los ojos.

Entonces un Brad envuelto en tan sólo una toalla en su cintura sale de ese mismo cuarto de baño y me mira algo avergonzado pero con una pizca de diversión.

—Y-yo no sabía que ella estaba en el baño. —se excusa levantando sus brazos. Pero en sus ojos se destellaba algo de diversión.

—¡¿Cómo cojones no te das cuenta que la ducha está encendida?! —gruñe molesta. Estaba echando humo por las orejas. Bufa y se cruza de brazos sosteniendo más su toalla.

—Brad. —levanto una ceja y me cruzo de brazos con media sonrisa esperando que él me diga la verdad.

—¡Vale! —ríe y Candice abre sus ojos como platos mirándolo. Pero cuando lo hace se fija en su pecho bien formado y aparta la mirada avergonzada. Le gusta, lo sé. Conozco demasiado a Candice.— Está bien, quizá —sonríe mirando a mi mejor amiga.

—¡Quizás seas un cretino! —chilla pero ni siquiera lo mira.

Brad sonríe. En verdad tiene una sonrisa arrogante y matadora como la de Jonathan, pero la de Jonathan es mejor.

—¿Eso crees? —se acerca a ella lentamente. Muerdo mi labio para tratar de no reírme. Veo como Candice se pone aún más nerviosa por su presencia y trata de retroceder. Pero eso mismo hago yo. Retrocedo y dejo que lo resuelvan solos. Antes de que Candice pueda protestar salgo corriendo bajando las escaleras riendo como una hiena.

Choco con un pecho duro y grueso y casi caído de culo al piso. Este me agarra de la cintura y me sostiene para que no caiga. Levanto mi mirada y me encuentro con la de Jonathan mirándome serio. Yo me aparto de él y sigo mi camino hasta la la sala de juegos donde están los demás, pero antes de que entre alguien me toma del brazo.

—Eda, ¿Crees que podamos hablar? —me suelta y me sonríe amigable.

—Por supuesto, señor. —sonrío algo nerviosa. Espero no estar en problemas, detestaría meterme con gente así.

¿En serio, Ed? ¿Te olvidas de los Giovanni y del lío en que te has metido?

Oh.

Me conduce hacia su despacho y me indica que me siente en el sillón en frente de su escritorio. Él me sonríe y me pregunta si quiero algo de beber. Nuevo con la cabeza muy nerviosa y él ríe.

—No estés nerviosa, Eda.— se sirve lo que creo que es whisky o algún licor y se sienta frente a mi— ¿Cómo se conocieron Jonathan y tú? —suelta de la nada.

Yo abro mis ojos por la sorpresa y contesto: —Le sonara divertido pero sin querer me chocó y volcó todo mi licuado sobre mi ropa. —sonrío recordando ese día en el muelle.

Aunque él estaba inexpresivo supongo que esperando que continúe.

—Luego de eso él me prestó su camisa y... Pues me pidió que se la devuelva al otro día, y eso hice, pero luego de eso pasó que los hombres de Ashir nos vieron y bueno, como ya sabe pasó el secuestro y —muerdo mi labio.

Santa Mónica. - Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora