Capítulo 21. Plan maestro.

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Estaba maquillándome para la fiesta que dará mi madre mientras que Jonathan trataba de acomodarse la estúpida corbata. Cansada de verlo intentar me levanté cuando por fin había terminado y le dije que se apartara para dejarme acomodarle.

—Así. —le explico como más o menos se ata una corbata, pero él en vez de prestarle atención a eso me miraba a los ojos muy atento con una mirada que no pude descifrar.

Cuando termino de atar su corbata le acomodo bien la camisa y ¡Listo! Se veía guapísimo. Como siempre.

—Gracias. —me sonríe para luego besar mi mano.

Le dedico una sonrisa un poco apagada y vuelvo a buscar mi ropa. Miro detenidamente el conjunto de ropa interior que está en la maleta y muerdo mi labio. Estaba nerviosa, pero sabía que debía hacerlo. Debo recuperarlo.

—Iré a ver si tus padres necesitan ayuda. — lo oigo caminar hacia la puerta. Sólo asiento con la cabeza para luego escucharlo suspirar e irse.

Me apresuré a sacarme la bata y ponerme el conjunto de encaje negro. Luego busqué el vestido que iba a ponerme. Era un vestido negro de falda amplia y escote en v de tiras finas y completo de un suave encaje, cortesía del cajón de mi madre.

Busqué los tacones negros de Candice y dejé mi cabello lacio y suelto. Estaba lista. Solamente faltaba rociarme un poco de perfume.

Vale. En realidad sólo faltaba calmar los malditos nervios.
Toqué el dije de mi cadena, la cadena que me obsequió Lorraine y suspiro.
Lorraine, ayúdame.

Bajé lentamente la escalera viendo como toda la gente se iba acumulando en la casa. En ese momento la abuela de Candice me vio y gritó exageradamente.

—¡Eda! —camino hacia ella y le doy un cálido abrazo— ¡Te he extrañado mucho!

—Yo también la he extrañado, Beatriz. —le sonrío.

—Te he dicho que me digas abuela mil veces, niña. —frunce el ceño divertida y me abraza. Pero cuando se separa frunce el ceño realmente al ver mi cuello.— No sabía que eras creyente, niña.— ella siempre me llamó así.

Toco nuevamente mi dije y lo miro, entonces le respondo: —Fue un obsequio. — trato de sonreír.

—Oh, pero que bueno que lo conserves, Dios siempre estará contigo, niña. —me abraza y besa mi mejilla— Oh, por cierto, tu novio es un encanto.

—¿Ya lo conoció?

—Claro, él mismo se presentó. Todo un amor.— ríe.

—Lo es.

Busqué rápidamente a Jonathan con la mirada, y pude notar como hablaba muy animadamente con Riley, la prima de Candice. Es rubia, como toda la familia de Candice, se nota de lejos que soy adoptada ya que no soy rubia sino morena. Riley aparte de ser rubia le gustan los novios ajenos, ya que sabe que está buena y que tiene unas grandes tetas operadas.

¿Por qué siempre me cruzo con estas clases de tias? Vale que no es culpa de ellas, bueno quizá de Riley sí porque se ha fijado en nuestros novios desde que Candice y yo tenemos edad para tener novios.

Ella mordía su labio inferior mientras charlaba con él. Joder, tiene los labios pintados de un rojo fuerte aparte de sus ojos azules típicos de la familia Bowen.

¡Esperen! Si Riley está aquí eso significa que su hermano también está aquí. Joder.

—¿Eda?

¡Tin, tin, tin! ¿Quién está muerta? ¡Eso es! Eda O'Brien es a respuesta. Dios, se bueno conmigo y has que la tierra me trague.

Santa Mónica. - Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora