Capítulo 5. Desierto sin fin.

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Quiero abrir mis ojos pero una fuerte punzada en la cabeza hizo que los vuelva a cerrar. Todo me daba vueltas y no sabía donde estaba. Sentía mis brazos dormidos y doloridos, como si estuvieran atados o algo por el estilo, mi boca sabia a mierda y los párpados aún me pesaban. Intento moverme pero es inútil, si estoy atada.
Abro mis ojos lentamente para acostumbrarme a la luz y lo único que veo es una puerta de metal. Estoy dentro de una habitación oscura y con una luz colgado de arriba que se mueve de vez en cuando. En eso escucho un quejido y noto que hay alguien detrás mío. Me alarmo al instante y trato de zafarme, pero es inútil porque estoy atada de manos y pies sobre una silla de madera.

—Joder... —me quejo cuando las cuerdas me hacen doler las muñecas. Estaban muy apretadas, hasta que... Oh, joder, siento unos dedos. Hay alguien atado detrás mío. Es como un secuestro doble— ¡Oh, mi dios! —lloriqueo.

—¿Eda? —me llama la persona que está detrás mío. Esa voz. Conocía mucho esa voz.

—¿Jonathan? —pregunto no muy segura.

—Oh, joder, estos hijos de puta te atraparon a ti también. —siento como maldice y se retuerce— Joder. —se queja.

—Jonathan ¿Qué... Qué está pasando? ¿Por qué nos hacen esto? —pregunto entre lágrimas.

Pero antes de que pueda decir una palabra la puerta de metal se abre haciendo un gran ruido que retumba toda la habitación. Un hombre un poco bajo con barba y lentes de sol aparece por allí. Su sonrisa se hizo presente en ese momento que conectamos miradas.

—Veo que has despertado, preciosa. —dice con una voz ronca de fumador y muy asquerosa. No me había dado cuenta que en su boca llevaba un palillo mondadientes— Mis hombres me dijeron que eras muy bonitas. —se acerca a mi. En ese momento pude sentir ese aroma a tabaco y sudor. Que asco.

No vomites, Ed. Lo empeorarás todo.

—¿Quién mierda eres? ¿Por qué me han secuestrado? —suelto antes de que pueda decir otra estupidez que me haga vomitar.

—Eso pregúntaselo a tu novio, hermosa. —me apunta con la cabeza a Jonathan que está detrás mío.

—¡El no es mi jodido novio! —grito.

—Si que tienes una boca sucia. —se acerca a mi lentamente.

—¡Ya! —grita Jonathan— Ashir, no le hagas nada, ella no tiene nada que ver en esto.

¿Nada que ver en esto? ¿A caso estos son los hombres que lo persiguen?

Bien, Sherlock, ¿Tan rápido lo descubriste?

Por dios.

—Te hemos visto con ella, Becker, puede ser una de tus cómplices. —esta vez camina hacia donde él está.

Becken. Su apellido es Becker. Que bueno descubrirlo de esta manera, ¿No?

—Joder, yo no tengo nada que ver en lo que sea que él haya hecho o haga, a penas lo conozco. —me defiendo.

—Mira, linda... —se acerca a mi— Lamento no poder creerte, eres muy hermosa para morir, pero si este gilipollas no nos entrega la joya les volaré la cabeza a ambos. —me muestra el arma que tiene oculta en la cintura de su pantalón.

—¿Y cómo conseguirás tu estúpida joya si estamos muertos, Sherlock?

¿¡Te parece que es un buen momento para ser sarcástica!?

Al menos si muero, moriré siendo yo.

Que noble de tu parte, Eda.

El idiota que al parecer se llama Ashir comienza a reír como un puerco.

Santa Mónica. - Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora