Capítulo 42. Sangre Italiana.

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Amanda estaba sentada en el taburete de la barra con un Martini en su mano mirando al frente. Llevaba un traje perlado con unos zapatos color beige. Estaba muy formal y yo me veía como mendiga. Le resté importancia a eso y tomé una buena bocanada de aire para entrar.

Me senté a su lado y le indiqué al camarero que me diera una copa de vino. Él asintió con una media sonrisa y me sirvió en una copa bajo la intensa mirada de Amanda en mi. Me crucé de piernas tratando de que la falta no se me levante y levanté la copa hacia ella en señal de brindis. Amanda sonrió.

—Que bueno que me hayas citado, cielo. —la miro directo a sus ojos. Dios, tengo sus ojos azules. Mala mía.

—No me llames así. —digo seca y fría. Ella ladea la cabeza un segundo— Ya se la verdad, Amanda.

—Lo sé. —suspira y comienza a jugar con el borde de su copa. Dejando ver sus uñas largas y perfectamente pintadas de blanco— Eso le costó la vida a Zafiro.

Casi escupo el vino al oír su nombre. Suena sucio saliendo de su boca. Me da asco. Zafiro no merecía eso.

—Se que me odias por eso, pero —la interrumpo:

—Te odio por muchas más razones. —le escupo— Me abandonaste, abandonaste a Eric y a papá —un nudo gigante se formó en mi garganta. Y aquí iba. Hablar de mi difunta familia con la mujer que ahora descubro que es mi madre biología y que pensé durante diecinueve años que estaba muerta.

—Estaba metida en muchos problemas, Eda. Harold lo sabía y me obligó a desaparecer. —me explica bebiendo un sorbo de su Martini. La miro perpleja, ¿Mi padre sabía?

—Papá me culpó toda la vida sobre tu supuesta muerte. —lamo mis labios, ya que estas secos de tener la boca tanto tiempo abierta por la inminente verdad y sorpresa.

—No te odió por eso, Eda. Te odió porque sabía que no eras su hija. —y mi boca nuevamente cae al piso. Ella no me mira pero un gran flashback pasa por mi mente recordando todos esos malos tratos de parte de mi padre diciendo que él jamás quiso una hija como yo. Ahora lo entendía todo. Creí toda mi vida que él me había culpado por la muerte de Amanda y ahora resulta que me detestaba por ser una hija bastarda— Veo que estás en una especie de transe. Lo entiendo. —suspira y le pide otra bebida al camarero.

Y ese transe me llevó a otro día. En la casa de Zafiro.

"—Se casaron y su matrimonio duró un año solamente, pero de ese matrimonio salió una hija. —cruza sus piernas y yo lo miro sorprendida.— No es Dianora si es lo que piensas. Dianora nació un año después con otro matrimonio de Giovanni.

¿Entonces?

Nadie sabe qué sucedió con la niña. —hace una mueca y se acomoda su tapado de piel. Al parecer muy caro, al igual que toda su casa o quizás más.— Giovanni nunca se hizo cargo y por esa misma razón ella huyó del país."

Eso quiere decir que... Ella al ver mi rostro descompuesto sonrió. Al parecer se dio cuenta de lo que estaba imaginando en mi cabeza.

—Si, Eda. —me mira. Yo aún estoy en shock rezando por dentro que lo que pienso no sea verdad— Eres una Giovanni.

Casi caigo del taburete al piso. Mi cabeza comenzó a dar vueltas y dentro mío repetía que esto tenía que ser un sueño. ¡Esto tiene que ser una pesadilla! No puedo ser hija de Giovanni, esto tiene que ser imposible, pero... Tiene mucho sentido. Ella huyó conmigo y me entregó a mi padre o el que creí que era mi padre.

—¿Y Eric? —trago saliva.

—Eric no es mi hijo, Eda, lo sabes, es hijo de Harold con otro matrimonio, pero lo quería como si fuera mi hijo. —confesó en un tono algo triste y apagado. Si, eso me decía Eric, por eso siempre le dijo madre.

Santa Mónica. - Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora