1

440 30 13
                                    

Sus ojos se abrieron cuándo notaron algo de luz en el cielo. Estaba nublado y ya era de día. Se quedó recostada en el suelo. Estaba completamente calmada mientras miraba el cielo. El cielo parecía un telón, y las nubes algodón que se desplomaría en un tremendo aguacero después.

¿Qué estaba sucediendo? ¿Cómo había llegado al Bosque? Su cabeza dolió y cerró los ojos con fuerza un momento.

— Que extraño.— murmuró ella levantando su torso del pasto. Y sí, era verdad. Era algo bastante extraño. De pronto se despertaba en medio del Bosque como si se despertara una mañana común para ir al colegio y no sabía lo que sucedía. No sabía dónde estaba su familia.

Sus ojos se abrieron como platos rápidamente al notarlo. Tras el momento de shock, la histeria y la desesperación la invadieron de repente. Su familia. Su familia no estaba. Ni sus padres, ni su hermana. ¿Por qué estaba sola en el Bosque?

Se levantó de golpe por mero instinto, y al instante se arrepintió. El desgarrador dolor en su pierna la hizo querer devolverse al suelo, pero no lo hizo. Se quedó de pie. Aunque sí llevó su mano hacia su pierna para notar un rasguño algo profundo.

— ¿Q-qué es esto?— su voz se rompió y se le llenaron de lágrimas los ojos; no únicamente del dolor que experimentaba en su pierna, sino por la desesperación de haber perdido a su familia.

Un fugaz y horrible recuerdo le cruzó por la mente. Seguramente una bala la había rozado. La herida seguía abierta y aún había sangre seca en todo el rededor de la herida. Pero no creía que la bala le hubiera dado, porque de ser así, definitivamente el dolor hubiera sido todavía más insoportable de lo que ya era.

Observó a su alrededor pero no vio a nadie. Su preocupación la volvió un manojo de nervios. Una bomba de tiempo lista para estallar en llanto. No sabía qué estaba sucediendo, ni que iba a suceder. Y lo único que quería era recordar las últimas cuarenta y ocho horas que parecían haberla llevado a dónde se encontraba ahora. Se esforzó lo que pudo y no lo consiguió. Lo único que venía a su memoria, eran imágenes borrosas de los últimos dos días. Tan borrosas que apenas distinguía media silueta. No era ni medio recuerdo y eso lo sabía.

Abrió los ojos y volvió a observar su entorno. No llevaba consigo su teléfono y probablemente, aunque lo llevara encima, ya no tendrían batería. Así que intentar ubicarse, más allá de su propio sentido de la orientación, habría sido imposible. Miró a un lado y luego al otro. Entrecerró los ojos intentando descifrar a dónde ir. ¿Tal vez a la Muralla? Tenía que escapar de la muerte aunque con esa pierna... No llegaría muy lejos.

Con la mirada perdida encontró una flecha salida de un arbusto. Significaba dos cosas: Una, que había otro arco. Y dos, que tenía compañía. Ella había tomado lecciones de arquería por mero oscio. Nunca había pensando que algún día podría serle útil haberlo hecho.

Estaba perdida en el Bosque. No podía perder los estribos ahí. En especial sin estar segura de lo que había pasado exactamente. Quería estar segura, antes de hacer cualquier cosa, tal vez una estúpida parte de ella guardaba esperanza de que se hubieran equivocado, todos... Incluso ella.

El dolor de su herida rápidamente atenazó su pierna al apoyarla en el suelo con más fuerza para comenzar a caminar. Sintió sus músculos tensarse por el dolor. De igual forma suspiró pesadamente y parpadeó para evitar las lágrimas que querían derramarse de sus ojos, y siguió. En una situación así, permitirse que el dolor la invadiera sería mortal. Incluso el quedar paralizada por el miedo.

Respiró pesadamente para resistir el dolor de su herida. Si se concentraba en regular su respiración, podía disminuir psicológicamente su dolor por la herida. Así que eso hizo al caminar. No se acuclilló para recoger el arco o las flechas, poner esa presión sobre el costado de su muslo además de doloroso, habría sido insoportable para ella.

MillageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora