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Peter llevaba un rato caminando nerviosamente de un lado al otro en la sala de estar de la mansión. Agradecía que las alfombras absorbieran gran parte del ruido que hacía al caminar. Los resultados de Samantha llegaban ese día. Él por fin tendría noticias suyas. Había rezado a Miral que tuviera éxito en su misión. Que volviera en una pieza.

Llevaba una semana entera sin saber nada de ella, y comenzaba a sentir los nervios a flor de piel. Estaba a punto de llevar su nerviosa caminata a su habitación cuando la puerta sonó.

Él corrió para abrirla y encontró a un hombre de semblante maduro, con el uniforme pulcro color marrón y la inconfundible gorra de mensajero con el escudo del Castillo.

— Buenas tardes, señor. Traigo una carta para el señor Lothar de la familia Falk de parte del Castillo.— Peter trató de tomar la carta pero el mensajero carraspeó para llamar su atención— Antes me gustaría hacer una aclaración que se nos dio la indicación de dar.— cuándo pronunció aquella última frase, el corazón de Peter se aceleró.

— ¿Una aclaración?— su voz se volvió rígida al igual que los músculos de su cuerpo.

— Así es. Esta carta contiene el número de bajas de los guardias que su señor prestó para el servicio de la Corona, pero no contiene la decisión final del general.— Peter asintió, intentando grabar las palabras exactas en su mente.

— Bien, muchas gracias. — Por los Dioses, lo único que él deseaba era poner las manos en ese sobre y asegurarse de que estaba viva.

— Para servirle, señor. — El mensajero puso al fin la carta en sus manos y se retiró.

Peter se giró, cerró la puerta de una patada y abrió el sobre. Apenas sacaba la carta de él cuando la voz de Lothar interrumpió su tarea.

— Me parece que esa carta no era para ti.— su voz gruesa llegó desde atrás.— Entrégamela.

— Sí, Lothar. — Peter resistió el impulso de darse la vuelta y revisarla antes que su maestro. En vez de eso inclinó la cabeza y le tendió la carta. Solo alzó la cabeza cuándo la carta fue retirada de su mano con elegante brusquedad.

Los ojos de su maestro se pasearon por el papel con el ceño fruncido. Eso lo inquietó tremendamente. Leyó la carta un par de veces antes de doblarla y meterla de nuevo en el sobre. Cuando levantó la mirada se encontró con la interrogante de Peter.

— Mató a tres. Terminó inconsciente pero no tiene heridas graves. Parece que tiene lesiones menores. Mañana comienzan el viaje de vuelta. — La mandíbula de Peter se aflojó. Lo había logrado. Había sobrevivido... Pero tendría que pagar el precio por ello, como todos ellos lo habían hecho.

— ¿Puedo? — Lothar lo miró con una ceja alzada.

— No. El destinatario de este mensaje ya lo ha recibido. Y aún así te concedí la respuesta que buscabas... Algo que no tenía obligación de hacer — su voz se volvió dura y áspera—. Ven a mi despacho. Tengo una misión para ti.

Apenas llegar, Lothar comenzó a hurgar en los papeles regados en la superficie de su escritorio de madera oscura y rojiza como su cabello. Tomó un papel de entre las demás pilas de carpetas llenas de datos, nombres, cuentas y deudas.

— Malko Foler.— Peter asintió, después de titubear. — Vive a unas calles de aquí. — le dio una dirección en una hoja de papel. — Mátalo. — Peter lo miró no muy convencido.

— ¿Qué clase de deudas posee? — Lothar le dirigió una mirada asesina, y a Peter no le sorprendió; era su maestro, si acaso alguien debía dar explicaciones de algo, debía ser Peter, no Lothar.

— Contrató a mis hombres para distintas misiones, cumplí con las tareas que encargó. Y no pagó por ninguna. Tu único trabajo respecto a él será matarlo.— repitió extendiéndole la hoja con los datos.

— Sí, señor. — tomó la hoja y la dobló. Depositándola en el interior de su bolsillo del uniforme. Luego salió con la mano en el pomo de su espada.

Tenía la sensación de que su maestro ocultaba algo respecto a Malko Foler, pero trabajo era trabajo. Además, bueno, hasta para él era obvio que clase de "deudas" mantenía ese hombre con Lothar, a pesar de que él no había tenido que pagar su deuda con Lothar porque el castillo lo había ingresado a la guardia real, ahora sí tenía que pagar.

(...)

Nael recordaba como habían sido las cosas cuando ella se había despertado con la espalda sudada y un horrible grito, buscando saber que todo había sido un mal sueño. Había despertado junto a ella en la cama recordando lo de la masacre antes de que ella empezara a gritar como si la estuvieran torturando. Y después había sucedido. Él solo podía pensar en como se habían salvado el uno al otro. Nael ya se había prometido algo: No quería matar. Y no lo haría de nuevo si podía evitarlo.

Ahora se encontraban nuevamente camino a Millage. Dónde recibirían una semana antes de su siguiente misión. Según parecía, al ser llevados primeramente por el mismo mentor, ellos debían ser compañeros incluso al haber cambiado de mestro. Así que, en La Competencia, ellos serían una clase de "equipo". A Samantha no le desagradaba la idea de pasar tiempo con Nael— así como a él no le molestaba en absoluto compartir tiempo juntos—, pero le era sumamente desagradable que el general Rivers creyera que ella no tenía lo suficiente.

Nael estaba muy seguro de lo que sentía, y sabía que ninguno de ambos estaba involucrado sentimentalmente. Solo había sido un beso. Porque se agradaban, porque estaban agradecidos el uno co el otro. Porque ya no eran rivales bajo el mismo techo. Ambos podían sobrevivir y llegar hasta el final. Sin mencionar que si había alguien que a Nael le disgustaba más que Lothar incluso, era Peter. Y no había pasado por alto la forma en que la trataba, la miraba y le hablaba. Muy aparte de eso, quería seguir compartiendo su tiempo con ella. Para dos personas nuevas en Millage, que no conocían a nadie, ni tenían amigos, era algo inesperado, y también algo que atesorar. Así que alcanzó a Samantha y le sonrió.

Cuatro días de viaje, les quedaban por delante para volver a Millage. Cuatro días acompañados por sus guardias. Y como los guardias seguían hablando solo entre sí, ellos hicieron lo mismo. Esos pocos días se les iban a ir volando porque estaban juntos.

MillageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora