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El almacén ya era suyo. Estaba vacío, si, pero al menos no había nadie. Y ¿Quién podía saber? Tal vez, algún día pondrían un negocio que no fuera tan desquiciado como matar gente por dinero.

Nael estaba haciendo sus últimos trabajos para ser libre y ella, ella seguía a la mitad.

Ese día, todo Millage estába eufórico, no sabía por qué pero tampoco le importaba.

Ella vagaba por la casa adormilada. Tenía que prepararse para salir a una de sus misiones.

Así que después de vestirse con su traje de cuero, salió a la mansión Falk.

- Este hombre ha tenido problemas con el mercader que ha encargado está misión, así que no quiere levantar sospechas. Cómo sabes, Millage está muy alborotado así que el día perfecto es hoy.- Lothar le sonrió.- Querida, quiero que te luzcas.

Samantha agachó la cabeza.

- Por supuesto.

- ¡Ah! Y linda, recuerda que el dinero está llegando directamente a mis manos, así que no te preocupes por cobrarlo.

Asintió y salió.

La plaza estaba atestada de gente a más no poder. Sin embargo su víctima estaba en una de las calles más vacías ese día. En un almuerzo de negocios... ¿O era familiar? Bueno, igual no importaba.

Samantha subió al techo con el arco en la espalda. Se colocó lo más escondida que pudo, y apuntó.

Su misión se levantó de la mesa y se disculpó educadamente con una reverencia a los demás adinerados que se encontraban almorzando en la terraza. Se irguió y dió media vuelta, pero no dió un paso más cuando una flecha le atravesó el cuello de lado a lado.

La gente de la mesa se levantó horrorizada al instante. Las mujeres gritaban despavoridas al ver el cuerpo con el cuello atravesado en el suelo. La gente comenzó a salir de la terraza rápidamente después de que las sirvientas hubieran visto el cuerpo.

La sangre empapando el suelo de la terraza.

El alboroto se formó rápidamente, aunque no le pareció algo que desencajaba, pues Millage entero se encontraba alborotado ese día, por lo que nadie notó la situación que Samantha había causado ese día.

Samantha bajó del techo antes de que alguien dirigiera su mirada hacia los techos de tres cuadras atrás.

Todavía tenía que hacer más misiones antes de ir a casa a descansar. De todas formas, el no tener que cobrar el dinero le ahorraba tiempo.

(...)

Había solicitado ver a alguien para que le vendiera algo que quitaba ese brazalete. Aunque siendo honesta sabía que era una estafa, y por esa razón era que le habían encargado a Lothar matar a ese traficante. Y ya que Lothar estaba demasiado ocupado gastando la fortuna que hacía todos los días, enviaba a sus guardaespaldas, a ella y a sus aprendices, aunque a veces sus aprendices no estuvieran preparados, y murieran en la misión. Aunque eso no podía brindarle dinero.

Entró pacíficamente en los Subterráneos y se dirigió a una de las últimas casillas de madera, dónde esperó.

El hombre llegó como si nada, cubierto de una capa marrón descolorida, y algo desecha. Sin espada, ni armas a la vista.

Samantha levantó la vista de la cerveza barata frente a ella.

Sin embargo, la vista del traficante fue directo a su brazo, dónde el brazalete de metal descansaba tranquilamente, sin ningún flujo de magia intentando salir.

MillageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora