Lothar reparó en la apenas sostenible voz de Samantha. Supo que lo había visto.
— Terminé el trabajo.— mencionó ella.
— Puedes irte a casa entonces, querida.— sí, esperaría a que ella preguntara.
Ella negó.
Alzó la vista por primera vez en la conversación.
— Lothar, ¿Puedo quedarme aquí otra vez?— su maestro hizo lo que pudo para no sonreír.
— Claro, ¿Sucedió algo con Nael?— en su voz ni una pizca de culpa por su reciente asesinato.
Ella no le respondió hasta pasados unos segundos.
— Él se fue. Hoy en casa no lo encontré.— le mintió.
— Supongo que es mejor a qué siga mintiendo.— continuó Lothar.— Quédate lo que necesites, querida.
Samantha le sonrió y se marchó a su habitación.
Lothar sonrió apenas se cerró la puerta. Todo el plan había sido nada más que exitoso. Samantha no se iría a ningún lugar. Seguiría siendo un arma exclusiva para su uso. Y muy letal.
Sí, quizá le había hecho daño, pero sabía que había sido por su bien. Ella estaría bien, gracias a él.
(...)
Samantha entró en la habitación de la mansión Falk y se sentó en la cama.
Los recuerdos se agolparon en su memoria tan rápido que no le dió tiempo de pestañear.
Había prometido no llorar, y el collar en su cuello había sido testigo de ellos pero ahora, no llorar parecía una tarea tan difícil. Quizá si hubiera llegado antes a casa... No, quizá si en vez de haberse quedado en la mansión... ¡Por todos los dioses! Ella no sabía que pensar. Quería que alguien especifico tuviera la culpa pero no había nadie. Quería sentirse menos culpable y más aliviada. Quería gritar, pelear, golpear, llorar y deshacerse ahora que estaba sola. Simplemente quería sentirse mejor consigo misma, pero no podría mientras esa imagen se siguiera proyectando en sus ojos cada vez que sus párpados se cerraban.
Se levantó. Ni siquiera quería estar en esa habitación.
Su ropa de batalla había manchado el suelo de sangre, pero en ese momento no tenía nada que le importara más que ella.
Su ropa de dormir siempre le había parecido cómoda para haber salido a una casa de sus amigas.
Tocó la puerta.
Los ojos esmeraldas cansados se asomaron apenas la puerta se abrió.
— ¿Samantha?
— ¿Me puedo quedar aquí?
— Pero, eh, tu habitación está...— Peter no pudo seguir hablando cuando notó los ojos hinchados de Samantha. Suspiró.— Claro que sí. Adelante.
— Gracias.
— ¿Quieres contarme que sucedió?— le preguntó una vez que estuvieron acomodados en la cama.
Oh, estaba tan listo para ser rechazado, pero entonces la respuesta que jamás hubiera esperado de Samantha Smith salió de sus labios.
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Millage
FantasyDespués de ser detectada, Samantha solo puede huir, pero cómo podría escapar de una ciudad amurallada y vigilada día y noche? Encontrando un mundo nuevo debajo del suyo, en el que tendrá que pelear para ganarse un lugar entre la gente, las creencias...